miércoles, 18 de abril de 2018

Iglesia, belleza, artistas

Sin necesidad de muchas glosas ni explicaciones, vamos a ir leyendo en varias catequesis dos discursos magistrales, sublimes, que con el tiempo se han convertido en lugar obligado y referente para entender la relación entre la Iglesia y la belleza, entre la Iglesia y los artistas.


Estos dos discursos son los pronunciados por Pablo VI en 1964 y el de Benedicto XVI en 2009. Ofrecen una relación teológica y pastoral entre la Iglesia y la belleza misma, que es una cualidad de Dios mismo (¡Dios es Hermosura siempre antigua y siempre nueva!) y por tanto la relación delicada de la Iglesia con el arte en todas sus expresiones, desechando el feísmo, el mal gusto, la copia, la baja calidad.

Entre todos, en los comentarios, iremos viendo los discursos y sacando las consecuencias. 

Disfrutemos leyéndolos.



"¡Queridos Señores e Hijos aún más queridos!

Nos apremia, antes de este breve coloquio, alejar de vuestro ánimo la posible aprensión o turbación fácilmente comprensible en quien se encuentra, en una ocasión como ésta, en la Capilla Sixtina. Quizá no exista un lugar que haga pensar y temblar más que éste, que infunda más embarazo y al mismo tiempo que excite más los sentimientos del alma. Pues bien, precisamente vosotros, artistas, debéis ser los primeros en apartar del alma el instintivo titubeo que nace al penetrar en este cenáculo de historia, arte, religión, destinos humanos, recuerdos, presagios. ¿Por qué? Pues porque éste es, precisamente y ante todo, un cenáculo para artistas, un cenáculo de artistas. Y por tanto deberéis en este momento dejar que la magnitud de las emociones, los recuerdos, la exultación -que un templo como éste puede provocar en el alma- invada libremente vuestros espíritus.

Puede ser que haya otra turbación, otro factor de embarazo; y es el que aporta no tanto nuestra humilde persona, cuanto nuestra presencia oficial, nuestro ministerio pontificio: ¡aquí está el Papa!, pensáis seguramente. ¿Han venido alguna vez los artistas a la presencia del Papa? Es, quizá, la primera que esto sucede. O, más bien, han venido durante siglos, han estado siempre en relación con la Cabeza de la Iglesia Católica, pero por contactos diversos. Podría decirse incluso que se ha perdido el hilo de esta relación, de esta vinculación. Y ahora estáis aquí, todos juntos, en un momento religioso, para vosotros solos, no como meros espectadores, sino como gente que viene verdaderamente a entablar una conversación espiritual, a participar en una celebración sacra. Y es natural, si se es sensible y comprensivo, que se dé una cierta veneración, un cierto respeto, un cierto deseo de comprender y callar. Pues bien, desearíamos desbloquear incluso esta sensibilidad que podría atar la expresión interior de vuestros libres sentimientos, porque si el Papa debe acoger a todos -porque de todos es Padre, para todos es su ministerio y para todos tiene una palabra-, para vosotros especialmente custodia en el corazón una palabra; y desea y es feliz de poderla hoy expresar, porque el Papa es vuestro amigo.

Y no lo es sólo porque una tradición de suntuosidad, de mecenazgo, de grandeza, de fastuosidad circunda su ministerio, su autoridad, su relación con los hombres, y porque tiene necesidad de este cuadro decorativo y expresivo para decir a quien no lo supiese quién es él, y que Cristo lo ha querido en medio de los hombres. Sino que lo es por razones más intrínsecas, que son las que hoy nos ocupan y que interesan nuestro espíritu, es decir, son razones de nuestro ministerio las que nos hacen venir a vuestro encuentro. ¿Hemos de decir la gran palabra que por otra parte ya conocéis? Tenemos necesidad de vosotros".

(Pablo VI, Hom. en la Misa con los artistas, 7-mayo-1964)

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