jueves, 30 de noviembre de 2017

El perdón y los enfermos (Bloy)

Sorprendería, para este mundo de "valores" y de "políticamente correcto", la aparente resistencia de Jesús en sus curaciones. ¡Sólo se le ocurre perdonar primero los pecados! ¿No sería primero curarlo, restablecerlo, y luego... si hace falta... lo de los pecados?


Resulta que no, que al Señor más le importa la realidad del pecado y la destrucción que ejerce sobre el hombre, antes incluso que devolver la salud física.

Escribe León Bloy:


"No siendo el mal físico más que una consecuencia del pecado, Jesús empieza siempre por perdonar los pecados del enfermo que se le presenta, y carga con este peso. El enfermo, entonces, es curado de repente. Pero su mal no es más que desplazado. Está ahora sobre la Persona del Cristo, con los pecados que acaba de asumir" (Diarios, 15-diciembre-1894).

Admiremos primero la realidad del pecado y su maldad. Es más consistente y mortífera de lo que a veces la valoramos, como si el pecado fuera una norma arbitraria que solamente está mal si nos la saltamos y "nos pillan". Es veneno lo que tomamos al pecar, veneno mortal para el alma y, por extensión, para el cuerpo.

Pero también la sobrevaloración que hacemos de la salud corporal, fruto del hedonismo y de no saber qué hacer con las situaciones de enfermedad, mayores o menores, que nos acaecen.

Y, por último, no es magia lo que hace el Señor curando; simplemente, nada más y nada menos, transporta la enfermedad a sí mismo, carga con ella como consecuencia del pecado, hasta acabar en la Cruz, sacrificado.

¿No os parece que son realidades como para pensarlas católicamente?

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