martes, 15 de agosto de 2017

"¡Hoy ha sido elevada a los cielos!"


¿Cómo no poseerá María con su carne santa el reino de los cielos, ella que no cometió deshonestidad ni adulterio ni fue petulante ni realizó obra alguna torpe de la carne sino que permaneció limpia?[1]
  
“¡Qué pregón tan glorioso para ti, María! Hoy has sido elevada por encima de los ángeles y con Cristo triunfas para siempre!” (Ant. Entrada Misa vespertina)




Esta fiesta es particularmente interesante en orden a ver la esperanza de la Iglesia anhelando el futuro que ya contempla gozosamente en la Virgen. Si bien el dogma proclamado es muy reciente (1-Noviembre-1950), esta fiesta mariana tiene gran raigambre dentro de la tradición litúrgica de muchas Iglesias. 

Es conveniente, para captar incluso la profundidad de este misterio, mirar la historia de la liturgia para ver cómo la Iglesia ha considerado de gran importancia el tránsito glorioso de María en orden a comprender y anhelar su misma gloria en el cielo.

Esta solemnidad hay que considerarla como el prototipo de las primeras fiestas marianas, "el día de la Madre de Dios María, como la denomina el Leccionario Armenio de Jerusalén (siglo V) aunque la fiesta se centró más tarde en la glorificación de María, es decir, en su dies natalis"[2]


Esta fiesta "desde el s. VI celebra la Iglesia oriental la fiesta del Tránsito de María el 15 de agosto; la Iglesia occidental conoce primero la fiesta de la Dormición de María, atestiguada para Jerusalén ya en el 430; pero en el s. VIII se adopta la designación de Assumptio"[3].

De gran raigambre y tradición, esta fiesta es celebrada por la Iglesia con gran solemnidad, con oficio propio, primeras Vísperas, y lecturas para la Vigilia y para el día (de los pocos casos que se dan en el leccionario litúrgico[4]). 

Una fiesta que Pablo VI, en Marialis Cultus, propone a los fieles desde una perspectiva eclesial y no desde la exclusividad o tratamiento de los privilegios marianos:

                                    La solemnidad del 15 de agosto celebra la gloriosa Asunción de María al cielo: fiesta de su destino de plenitud y de bienaventuranza, de la glorificación de su alma inmaculada y de su cuerpo virginal, de su perfecta configuración con Cristo resucitado; una fiesta que propone a la Iglesia y a la humanidad la imagen y la consoladora prenda de cumplimiento de la esperanza final; pues dicha glorificación plena es el destino de aquellos que Cristo ha hecho hermanos (nº 6).



[1] S. EPIFANIO, Haer. 42.
[2] LÓPEZ MARTÍN, J., La liturgia de la Iglesia, Madrid, 1994, pág. 277.
[3] COURTH, Franz, Asunción de María a la gloria de Dios, en BEINERT, Diccionario de Teología Dogmática, Barcelona, 1990, pág. 74.
[4] Caso de la vigilia de Navidad, vigilia de S. Juan Bautista, vigilia de S. Pedro y S. Pablo y ésta de la Asunción. Las lecturas de la misa de la viglia: 1Cron 15,3-4.15-16; 16,1-2 (traslado del Arca de la Alianza); Sal 131 (“Levántate, Señor, ven a tu mansión), 1Co 15,54-57 (“¿Dónde está muerte, tu victoria?”) y el Evnagelio Lc 11,27-28 (María, dichosa por escuchar la Palabra de Dios y cumplirla); las lecturas de la Misa del día son: Ap 11,19; 12,1-6a 10ab (“Una mujer vestida del sol”), Sal 44 (“De pie a tu derecha está la reina”), 1Co 15,20-26 (“Cristo ha resucitado, primicia de todos los que han mnuerto”) y Lc 1,39-56 (“Me felicitarán todas las generaciones”).

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