sábado, 12 de agosto de 2017

Espiritualidad de la adoración (XXIV)

La presencia de Jesús en el sagrario, o expuesto en la custodia, ha sido siempre un polo de atracción fascinante para los santos. Ahí descubrían la cercanía de Cristo, su bondad y su amor, y acudían para estar con el Señor, dejarse llenar de Él y entregarle cada uno lo que era, lo que hacía, lo que deseaba en su corazón; ahí permanecían amando, orando, intercediendo, reparando, alabando, dando gracias.


Una oración de santa Teresa del Niño Jesús,  "a Jesús en el sagrario" (Or 7) nos permite barruntar algo de lo que los santos descubrían y vivían ante el sagrario. Así nosotros, en la escuela de los santos, aprendemos también la gran lección de la adoración eucarística y del trato con el Señor en la Eucaristía.

"¡Oh Dios escondido en la prisión del sagrario!, todas las noches vengo feliz a tu lado para darte gracias por todos los beneficios que me has concedido y para pedirte perdón por las faltas que he cometido en esta jornada, que acaba de pasar como un sueño...

¡Qué feliz sería, Jesús, si hubiese sido enteramente fiel! Pero, ¡ay!, muchas veces por la noche estoy triste, porque veo que hubiera podido responder mejor a tus gracias... si hubiese estado más unida a ti, si hubiera sido más caritativa con mis hermanas, más humilde y más mortificada, me costaría menos hablar contigo en la oración.

Sin embargo, Dios mío, lejos de desalentarme a la vista de mis miserias, vengo a ti confiada, acordándome de que 'no tienen necesidad de médico los santos, sino los enfermos'. Te pido, pues, que me cures, que me perdones, y yo, Señor, recordaré que 'el alma a la que más has perdonado debe amarte también más que las otras...' Te ofrezco todos los latidos de mi corazón como otros tantos actos de amor y de reparación, y los uno a tus méritos infinitos. Y te pido, divino Esposo mío, que seas tú mismo el Reparador de mi alma y que actúes en mí sin hacer caso de mis resistencias. En una palabra, ya no quiero tener más voluntad que la tuya. Y mañana, con la ayuda de tu gracia, volveré a comenzar una vida nueva, cada uno de cuyos instantes será un acto de amor y de renuncia.

Después de haber venido así, cada noche, al pie de tu altar, llegaré por fin a la última noche de mi vida, y entonces comenzará para mí el día sin ocaso de la eternidad, en el que descansaré sobre tu divino Corazón de las luchas del destierro... Amén".

El tono, la confianza y familiaridad llena de amor, la hondura del alma...: así oraba santa Teresita a Jesús en el sagrario y así, conocedores de que Él está realmente presente, habremos de orar y adorar.

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