domingo, 23 de abril de 2017

Comienza lo nuevo y eterno

Con gozo desbordante, la Iglesia celebra anualmente la Pascua del Señor Jesucristo. No le falta razón. 

Ha llegado la primavera, donde la tierra vuelve a revivir tras el invierno, todo florece, el ciclo cósmico anual anuncia la esperanza. La luna llena, la primera de la primavera, lo llena todo de luz. En ese momento, el Señor resucitó, porque Él es la verdadera luz que lo va a inundar todo, y por Él, la creación, el mundo, la tierra y también los hombres, van a ser renovados y plenificados.


Resucita el Señor, y el cosmos entero se ilumina. Pero es también el hombre concreto el que es renovado; pasa de ser un hombre viejo, guiado por su pecado, a la renovación sacramental por la gracia que lo constituye en un hombre nuevo a imagen de Cristo. Ha nacido, así pues, una nueva humanidad plasmada según el verdadero Hombre Nuevo, el Señor resucitado.

"Con la Resurrección el 'hombre nuevo' (Ef 2,15) es constituido en Cristo, ese Hombre que él es antes que nosotros y que nosotros debemos ser después de él; la perfección que debe extenderse a la humanidad se realiza individualmente en el Salvador. La Resurrección es una realidad individual del nuevo tipo de humanidad" (GALOT, J., Jesús, Liberador. Cristología II, Madrid 1982, p. 447).

Una nueva humanidad, renovada según Cristo, alejada del pecado, que se deja guiar por el Espíritu de los hijos de Dios y que vive en la Iglesia, el pueblo cristiano santo... Esa nueva humanidad tiene por Cabeza ya al Señor resucitado.

"Cristo resucitado es así la semilla de la 'nueva humanidad' que, introducido en la vieja humanidad, la libera de la esclavitud del pecado, de la ley de la muerte. Jesús resucitado es el hombre nuevo y abre a la humanidad un futuro de novedad humana absoluta. La realidad de esta plenitud y de esta novedad ha irrumpido ya en nuestra historia, polarizando la marcha hacia 'el estado del hombre perfecto'" (AMATO, A., Jesús el Señor, Madrid 2006, p. 538).

A esta nueva humanidad, renovada en Cristo y a su imagen, corresponde también la transformación y novedad del mundo y lo creado. La Resurrección del Señor afecta y renueva toda la materia.

"Los Padres de la Iglesia vieron las muchas relaciones que existían entre la resurrección y los otros artículos de fe. La resurrección nos dirige a la creación. Si todo lo que hay, tanto espiritual como material, ha sido creado por Dios, es decir, él así lo ha querido, ninguna de sus obras será perecedera. En la resurrección de Cristo cuerpo y alma son glorificados: Dios lo hace todo nuevo. En esto consiste también la importancia soteriológica [= salvadora] de la resurrección. En la asunción de la carne por Cristo, la carne se ha convertido en el punto eje de nuestra salvación" (SCHÖNBORN, Ch., Dios ha enviado a su Hijo. Cristología, Valencia 2002, p. 283).

Por eso es tan necesario entender la resurrección de Cristo en su recto sentido, sin limitarla a experiencias subjetivas o estados de ánimo de los apóstoles (o de nosotros mismos), sino a su verdad histórica y al dato que los apóstoles nos testificaron: su carne glorificada y portadora del Espíritu Santo.

Poco insistiremos sobre la verdad "corporal" de la resurrección de Jesucristo. Es necesario asimilarla y anunciarla con categorías cristianas.

"La resurrección de Jesús, sin embargo, no consiste en revivir o en el simple retorno a la vida terrena, como sucedió con Lázaro. Jesús fue devuelto con su humanidad a la vida gloriosa, plena e inmortal de Dios. Por eso su cuerpo glorioso es un cuerpo "pneumático" (1Co 15,44) o "espiritual", en el sentido teológicamente fuerte, de un cuerpo enteramente invadido del soplo vital del Espíritu de Dios, que lo transformó de corruptible en incorruptible, de vil en glorioso, de débil en fuerte (1Co 15,42-43), de mortal en inmortal (1Co 15,53-54). La resurrección de Jesús constituye su victoria definitiva sobre la muerte y sobre el pecado, pues 'la muerte ha sido engullida por la victoria' (1Co 15,54). En la resurrección de Jesús la muerte fue destruida para siempre (cf. Is 25,8)" (AMATO, A., Jesús el Señor..., pp. 526-527).

Entonces, para terminar esta catequesis, comienza lo nuevo y lo eterno en la persona del Señor Resucitado. Ha llegado ya el tiempo nuevo y definitivo, el nuevo eón, la escatología se ha puesto en marcha para plenificarlo todo.

"Sobre todo y fundamentalmente, la resurrección es un acto escatológico del poder salvífico de Dios. Con la resurrección han comenzado los acontecimientos salvíficos últimos y definitivos. En Cristo resucitado el éschaton está ya presente en toda su riqueza de cualidad nueva de vida divina. La resurrección de Jesús no significa una recuperación del antiguo modo de vivir, sino que marca el comienzo de la re-creación definitiva obrada por Dios, que una vez más se define como el Dios que da la vida" (Id., p. 537).

1 comentario:

  1. Jesús resucitado es nuestra esperanza. Tras su resurrección nada será ya igual.

    Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya (de las antífonas de Laudes)

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