sábado, 5 de marzo de 2016

"Costumbres" pascuales (textos)

A medida que se fue formando el año litúrgico, con características propias y tiempos litúrgicos, en una larga y lenta evolución, la cincuentena pascual, las siete semanas de Pascua, fue el primer "tiempo litúrgico" que se formó.


Primero fue el domingo, fiesta primordial de los cristianos; después se solemnizó la Pascua anual y se consideró bien pronto que hasta el día de Pentecostés era un tiempo nuevo y distinto, con la Cuaresma como preparación intensiva de los catecúmenos y los penitentes. Ya finalmente la Natividad del Señor y el Adviento.

Las siete semanas de Pascua tuvieron en todas partes, a pesar de la variedad litúrgicas de las distintas regiones y familias, algunos trazos comunes, unas determinadas "costumbres" pascuales universales: tiempo de fiesta y alegría, prohibición de rezar de rodillas y supresión del ayuno.

Es decir, la gran Tradición consideró desde el principio que las siete semanas de Pascua, sus cincuenta días, eran celebradas como un solo y gran domingo.

Estas "costumbres" pascuales las subraya san Ireneo, en el siglo II, diciendo:


"El hecho de no doblar las rodillas el día del Señor es símbolo de la resurrección, en virtud de la cual, por la gracia de Cristo, hemos sido librados de los pecados y de la muerte provocada por éstos. Esta costumbre proviene de los tiempos apostólicos" (Cf. De Pascha 1,10).

Posteriormente otro Padre, también obispo de la Galia, explicará el sentido y la importancia de las siete semanas de Pascua, afirmando:

"Se trata de la semana de semanas, como lo indica el número septenario obtenido por la multiplicación del número siete por sí mismo. Sin embargo, es el número ocho el que lo completa, ya que el mismo día es a la vez el primero y el octavo, añadido a la última semana según la plenitud evangélica. Esta semana de semanas se celebra de acuerdo con una práctica que proviene del tiempo de los apóstoles: durante los días de pentecostés nadie se postra en tierra para adorar ni el ayuno dificulta la celebración de esta solemnidad transida de gozo espiritual. Esto mismo es, por otra parte, lo que se ha establecido para los domingos" (S. Hilario de Poitiers, Tractatus super Pascha).

La "semana de semanas" proviene del lenguaje bíblico relacionado con la fiesta de pentecostés; además cincuenta es un número de plenitud bíblica, de jubileo y libertad, de volver al equilibrio primero. Para los cristianos, la plenitud que viene del Señor resucitado y la libertad que confiere ante el pecado y la muerte derramando el Espíritu Santo.

La cincuentena pascual son cincuenta días de gozo y júbilo, de canto y esperanza, de deseo de la Parusía y misión: por eso se habla del primer día y a la vez del octavo y se juega con los números.

"De pie es como nosotros hacemos la oración del primer día de la semana, pero no todos sabemos la razón de eso. No es solamente porque, resucitados con Cristo y debiendo  'buscar las cosas en lo alto' (Col 3,1), hagamos volver a nuestra memoria, estando de pie cuando rezamos, el día consagrado a la resurrección, la gracia que nos ha sido dada, sino porque aquel día parece ser de alguna manera la imagen del siglo por venir.

Puesto que este día está al principio, fue llamado por Moisés no 'primero', sino 'uno': tuvo una noche y una mañana, un día (Gn 1,5), como si este 'mismo' día volviera a menudo.

Además ese día 'uno' es también octavo y significa por sí mismo ese día realmente único y verdaderamente octavo, del que hace mención también el salmista en el título de algunos salmos, el estado que seguirá a esta vida, ese día sin fin que no conocerá ni noche ni día siguiente, siglo imperecedero que no envejecerá ni tendrá fin. 

Es necesario, pues, que la Iglesia acostumbre a sus fieles a rezar de pie a fin de que, por la incesante llamada de la vida eterna no olvidemos preparar nuestro viático en vista de nuestra partida al cielo" (S. Basilio Magno, De Spiritu Sancto 27,66).

Así la cincuentena pascual puede recibir, con razón, el calificativo de "gloriosa", conteniendo en ella el signo y anticipo de la vida celestial y angélica, de la futura resurrección y vida con Cristo.

La Cuaresma se dirige hacia ella, nos encamina a vivir santa y felizmente la Pascua del Señor durante esos cincuenta días.


2 comentarios:

  1. ¡¡Qué preciosa foto, camino de Belén!!!!!!!!!!!!

    Unión de oración con todos. Laetare in Domino, ya falta menos.

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    1. ¿Has visto SIL?
      Esa ruta sí era bonita. Y la fotografía me sigue gustando aunque sólo en vacaciones cojo la cámara y me dedico a observar y fotografiar.

      Un abrazo y santa Cuaresma.

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