sábado, 31 de enero de 2015

Don Bosco y el apostolado de los libros

Una de las tareas a las que san Juan Bosco dedicó tiempo, esfuerzo e interés, fue la imprenta en sus talleres y la Editorial para facilitar a todos lecturas sólidas, de corte apologético en muchos casos, en otros de carácter devocional. Él fue un prolífico escritor. Él se preocupó no solamente del "apostolado de la buena prensa", sino de libros como tales.


Este aspecto enriquece muchísimo la figura de don Bosco, sin reducirlo; fue otro campo de apostolado al que concedió la máxima importancia. Los libros sirven para formar, ofrecen criterios, razonan, se convierten en interlocutor del lector.

¿Qué se ofrece hoy en muchas editoriales pseudo-católicas? Muchas veces una fe teñida de moralismo, un lenguaje modernista aplicado a la fe, cuando no lo confunde todo con psicologismo y autoayuda. ¡Qué difícil a veces encontrar buenas editoriales y buenos libros! Los hay, por supuesto; pero no todo lo que se presenta como católico lo es.

Don Bosco tenía muy claro que el campo editorial debe ser cultivado, y él lo hizo, dedicando mucho esfuerzo en un apostolado más dentro de su inmensa actividad, seleccionando lo que se editaba, animando a teólogos a escribir determinadas obras y redactando él infinidad de obras y opúsculos.

Explica sus razones en una larga carta, de la que traemos aquí algunos párrafos orientadores:


"Y, de acuerdo con mi deseo de veros crecer cada día en celo y méritos ante Dios, no dejaré de sugeriros de cuando en cuando medios que harán esta tarea cada vez más provechosa.

Uno de estos medios, el que deseo recomendaros más vivamente, es la difusión de buenas lecturas. No dudo en llamar a dicho trabajo divino, porque el mismo Dios hace uso de él para la regeneración de la humanidad...

Por tanto, nos incumbe imitar la obra de nuestro Padre celestial. La difusión de buenas lecturas entre la gente es uno de los medios mediante los cuales el Reino del Salvador puede establecerse y mantenerse en muchas almas. Las ideas, los principios y la enseñanza moral de un libro católico vienen de los libros divinos y de la tradición apostólica. Los libros católicos son mucho más necesarios hoy en día, cuando la irreligiosidad y el uso inmoral de la prensa son un arma para saquear el rebaño de Jesucristo y arrastrar a la perdición al incauto y al desobediente. Debemos, por tanto, contraatacar con armas semejantes.

Hay que decir, no obstante, que los libros, incluso sin tener la fuerza de la palabra vivida, cuentan con ventaja en ciertas situaciones. Un buen libro llega a una casa en la que el sacerdote no es bienvenido. Será guardado como recuerdo o aceptado como regalo incluso por una mala persona. Un buen libro entra en una casa sin sonrojarse. Si es rechazado, no se desalienta. Si se toma y se lee, enseña la verdad con calma. Si es apartado, no se queja, pero espera pacientemente el momento en que la conciencia reavive el deseo de conocer la verdad. Quizá se le deje tomar polvo en una mesa o en una estantería, y no se le preste atención durante largo tiempo. Pero llegará la hora de la soledad, del dolor, del aburrimiento, de la necesidad de relajarse o de la ansiedad por el futuro. Entonces este fiel amigo sacudirá su polvo, abrirá sus páginas y, como les ocurrió a san Agustín, al beato Columba y a san Ignacio, llevará a una conversión.

Un buen libro es amable con aquellos a quienes el respeto humano presenta dificultades y se dirige a ellos sin levantar sospechas. Se lleva bien con las buenas personas y está siempre preparado para dar buena conversación e ir con ellos a cualquier parte en todo momento. ¡Cuántas almas se han salvado, han sido apartadas del error, alentadas en la práctica de la virtud a través de los buenos libros! La persona que regala un buen libro adquiere gran mérito ante Dios, incluso aunque así no consiga provocar un pensamiento sobre Dios. En muchas ocasiones, sin embargo, el bien que se hace es mucho mayor. Incluso aunque la persona que recibe el libro no lo lea, una vez que se lleva a una familia, puede ser leído por un hijo o una hija, por un amigo o un vecino. En una ciudad pequeña puede tocar la vida de cien personas. Solo Dios sabe cuánto bien puede hacer un libro en una ciudad, en una biblioteca pública, en un sindicato o en un hospital en donde el cariñoso regalo de un libro es tan apreciado. El miedo a que alguien rehúse el regalo de buen libro no debe detenernos, al contrario. Un hermano nuestro en Marsella solía visitar el puerto y llevar una abundante provisión de buenos libros para dar a estibadores, técnicos y marineros. Dichos regalos eran siempre aceptados, y muchas veces esos hombres se ponían inmediatamente a ojearlos con curiosidad.


Bastan estas simples reflexiones preliminares. Me gustaría ahora llamar vuestra atención sobre alguna de las razones por las que nosotros, como cristianos y especialmente como salesianos, deberíamos hacer todos los esfuerzos y usar todos los medios posibles para difundir los buenos libros.

1. Es uno de los apostolados más importantes que me han sido encomendados por la Divina Providencia y sabéis cómo he trabajado en él incansablemente, incluso cuando estaba empeñado en otras mil tareas. El odio mostrado por los enemigos del bien y las persecuciones desatadas contra mí son una prueba clara de que el error consideraba a esos libros como un adversario formidable, y que esta obra contaba con la bendición de Dios.

2. De hecho, es solo con la ayuda especial de Dios por lo que somos capaces de difundir las buenas lecturas hasta ese punto. El número de copias de opúsculos y libros que hemos hecho llegar a la gente durante un período de menos de treinta años sobrepasa los veinte millones. Aunque algunos, seguramente, pasaron sin ser leídos, otros pueden haber llegado a alcanzar la cifra de cien lectores. Así el número de gente al que llegan nuestros libros sobrepasa grandemente el número de copias distribuidas.

3. La difusión de buenas lecturas es uno de los apostolados principales de nuestra Congregación. Nuestras Constituciones, en el capítulo 1, artículo 7, establecen que los salesianos "deben aplicarse para la difusión de buenos libros entre la gente, empelando todos los medios que la caridad cristiana les inspire. Finalmente,  deben intentar tanto de palabra como por escrito levantar una barrera contra la irreligiosidad y la herejía, que intentan abrirse camino entre los incultos e ignorantes a través de muchos medios. Con este fin también pueden darse homilías ocasionales, triduos y novenas, y la difusión de buenos libros" [Constituciones Salesianas (1875), Fines, art. 7].

4. Consecuentemente los libros que se escogen para ser distribuidos son generalmente buenos, morales y religiosos. Más aún, aquellos producidos por nuestras imprentas deben tener preferencia por dos razones. Primero, los beneficios derivados pueden canalizarse para ayudar a muchos jóvenes necesitados. Segundo, nuestras publicaciones pretenden cubrir el campo sistemáticamente y a gran escala, y así llegar a cada capa de la sociedad"

(Carta de san Juan Bosco, 19 de marzo de 1885: en LENTI, A.J., Don Bosco: Historia y carisma, Vol. 2, Madrid 2011, pp. 162-164).



De esta carta podemos extraer algunas enseñanzas.

* ver en Don Bosco a un sacerdote cabal que lo mismo organiza juegos y teatro con los niños, que dedica horas a confesarlos e instruirlos como al sacerdote que escribe, publica, imprime y se preocupa de la prensa y de los libros;

* es un gran apostolado, aunque tal vez no se valore, el escribir: las horas ocultas de concentración, reposo, silencio, para ofrecer algo útil a los demás mediante lo escrito; y esto ya sea en libros como tal, en revistas o boletines o en este medio, Internet, que puede servir de magnífico apostolado católico para la formación;

* hemos de apoyar a las editoriales católicas, no fiarnos de todo sino examinadlo todo y quedarnos con lo bueno, agradeciendo el bien inmenso de las editoriales realmente católicas en su línea editorial, colecciones y autores.

1 comentario:

  1. “(Los libros) sirven para formar, ofrecen criterios, razonan, se convierten en interlocutor del lector”.

    ¿Qué se ofrece hoy en muchas editoriales – con sus librerías- que se llaman católicas? Pues, por ejemplo libros de la Nueva Era o de teólogos que presentan teorías altamente sospechosas. Como dice la entrada: no todo lo que se presenta como católico lo es.

    Desde niños, aquellos que hemos recibido una formación católica en el colegio y en la familia, hemos recibido con ella la recomendación de leer buenos libros (buenas lecturas). Hoy estas recomendaciones son escasas o, incluso, se recomiendan libros de contenido francamente dudoso, sin olvidar que muchos padres no saben lo que leen ni lo que ven sus hijos en los medios audiovisuales y tecnológicos.

    Hace unos días uno de mis hijos me dio una alegría: me pidió que le regalara Las Moradas de santa Teresa. No quiere el libro de las Moradas que tiene en casa, quiere el suyo propio. Voy a ir más allá de su petición y le voy a comprar las obras completas de la santa.

    Me quedo con una de las frases de don Bosco: “Los libros católicos son mucho más necesarios hoy en día, cuando la irreligiosidad y el uso inmoral de la prensa son un arma para saquear el rebaño de Jesucristo y arrastrar a la perdición al incauto y al desobediente. Debemos, por tanto, contraatacar con armas semejantes”. Y recuerdo que en su época no existía la televisión, el ordenador…; en todos estos campos es necesario contraatacar hoy.

    ¡Qué hermosa descripción del libro como algo realmente vivo hace don Bosco!

    Mándame tu sabiduría, Señor, para que me asista en mis trabajos (de las antífonas de Laudes).

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