martes, 16 de diciembre de 2014

Esperando la Navidad (para jóvenes)

Ya cercana la Navidad, a punto de entrar en las deliciosas ferias mayores de Adviento, donde se acrecienta tanto la esperanza como el deseo, vayamos a una mirada interior y firme sobre el Misterio de la venida de Cristo.

La Navidad corresponde a las búsquedas del corazón, a las preguntas últimas. Ante el hombre que busca y desea algo más que le llene de verdad y que responda a sus interrogantes, la respuesta se halla en Dios que sale al encuentro en la encarnación de su Hijo.


Más aún: en la etapa de formación universitaria, en la juventud, donde tantas preguntas se plantean y tantos tanteos existenciales llaman a la puerta, la Navidad de Cristo es una luz orientadora a las búsquedas y a los deseos. Su contenido es profundamente existencial.

“Sed contantes, hermanos, hasta la venida del Señor” (St 5,7)

Con estas palabras el Apóstol Santiago nos indica la actitud interior para prepararnos a escuchar y a acoger de nuevo el anuncio del nacimiento del Redentor en la cueva de Belén, misterio inefable de luz, de amor y de gracia. A vosotros, queridos universitarios de Roma, con los que tengo la alegría de reunirme en esta cita tradicional, dirijo con afecto mi saludo: os acojo en proximidad de la santa Navidad, con vuestros deseos, vuestras esperanzas, vuestras preocupaciones; y saludo también a la comunidad académica que vosotros representáis...

Queridos amigos, Santiago nos exhorta a imitar al agricultor, que “espera con constancia el precioso fruto de la tierra” (St 5,7). A vosotros que vivís en el corazón del ambiente cultural y social de nuestro tiempo, que experimentáis con las nuevas y cada vez más refinadas tecnologías, que sois protagonistas de una dinámica histórica que a veces parece abrumadora, la invitación del Apóstol puede parecer anacrónica, casi una invitación para salir de la historia, a no desear ver los frutos de vuestro trabajo, de vuestra búsqueda. ¿Pero es realmente así? La invitación a la espera de Dios ¿está fuera de nuestra época? Y una vez más, podemos preguntarnos con radicalidad: ¿Qué significa para mí la Navidad?, ¿es realmente importante para mi existencia, para la construcción de la sociedad?

Son muchas, en nuestra época, las personas, especialmente las que vosotros encontráis en las aulas universitarias; que ponen voz a la pregunta de si debemos esperar algo o a alguien; si debemos esperar a otro mesías, a otro dios; si vale la pena confiar en aquel Niño que en la noche de Navidad encontramos en el pesebre entre José y María.

La exhortación del Apóstol a la constancia paciente, que en nuestro tiempo podría dejar un poco perplejo, es, en realidad, el camino para acoger en profundidad la cuestión de Dios, el sentido que tiene en la vida y en la historia, porque es en la paciencia, en la fidelidad y en la constancia de la búsqueda de Dios, de la apertura a Él, donde Él revela su rostro. No necesitamos un dios genérico, indefinido, sino un Dios vivo y verdadero, que abra el horizonte del futuro del hombre a una perspectiva de esperanza firme y segura, una esperanza rica de eternidad y que permita afrontar con valentía el presente en todos sus aspectos. Deberíamos decir entonces: ¿dónde puedo buscar el verdadero Rostro de este Dios? O mejor todavía: ¿Dónde Dios se encuentra conmigo mostrándome su Rostro, revelándome su misterio, entrando en mi historia?

Queridos amigos, la invitación de Santiago “Sed contantes, hermanos, hasta la venida del Señor”, nos recuerda que la certeza de la gran esperanza del mundo se nos da y que no estamos solos y que no construimos nuestra historia en soledad. Dios no está lejos del hombre, sino que se ha inclinado hacia él y se ha hecho carne (Jn 1,14), para que el hombre comprenda donde reside el sólido fundamento de todo, el cumplimiento de sus aspiraciones más profundas: en Cristo (cfr Exhort. ap. postsin. Verbum Domini, 10). La paciencia es la virtud de los que se confían a esta presencia en la historia, que no se dejan vencer por la tentación de poner la esperanza en lo inmediato, en perspectivas puramente horizontales, en proyectos técnicamente perfectos, pero lejos de la realidad más profunda, la que da la dignidad más alta a la persona humana: la dimensión trascendente, el ser criatura a imagen y semejanza de Dios, el llevar en el corazón el deseo de elevarse hacia Él.

Hay otro aspecto que quisiera destacar esta tarde. Santiago nos ha dicho: “Mirad al agricultor: este espera con constancia” (5,7). Dios, en la Encarnación del Verbo, en la encarnación de su Hijo, experimentó el tiempo del hombre, de su crecimiento, de su hacer en la historia. Este Niño es el signo de la paciencia de Dios, que en primer lugar es paciente, constante, fiel a su amor hacia nosotros; Él es el verdadero “agricultor” de la historia, que sabe esperar. ¡Cuántas veces los hombres han intentado construir el mundo solos, sin o contra Dios! El resultado está marcado por el drama de las ideologías que, al final, se ha demostrado que van contra el hombre y su dignidad profunda. La constante paciencia en la construcción de la historia, tanto a nivel personal como comunitario, no se identifica con la tradicional virtud de la prudencia, de la que ciertamente se tiene necesidad, sino que es algo más grande y complejo. Ser constantes y pacientes significa aprender a construir la historia con Dios, porque sólo edificando sobre Él y con Él la construcción está bien fundada, no instrumentalizada para fines ideológicos, sino verdaderamente digna del hombre.

Esta tarde reencendemos de una forma más luminosa la esperanza de nuestros corazones, porque la Palabra de Dios nos recuerda que la venida del Señor está cerca, incluso el Señor está con nosotros y es posible construir con Él. En la gruta de Belén la soledad del hombre está vencida, nuestra existencia ya no está abandonada a las fuerzas impersonales de los procesos naturales e históricos, nuestra casa puede ser construida en la roca: nosotros podemos proyectar nuestra historia, la historia de la humanidad, no en la utopía sino en la certeza de que el Dios de Jesucristo está presente y nos acompaña.

Queridos amigos universitarios, corramos con alegría hacia Belén, acojamos en nuestros brazos al Niño que María y José nos presentarán. Volvamos a partir de Él y con Él, afrontando todas las dificultades. A cada uno de vosotros el Señor os pide que colaboréis en la construcción de la ciudad del hombre, conjugando de un modo serio y apasionado la fe y la cultura. Por esto os invito a buscar siempre, con paciente constancia, el verdadero Rostro de Dios, ayudados por el camino pastoral que se os propone en este año académico. Buscar el Rostro de Dios es la aspiración profunda de nuestro corazón y es también la respuesta a la cuestión fundamental que va emergiendo cada vez más en la sociedad contemporánea" (Benedicto XVI, Hom. en el rezo de Vísperas con los universitarios, 16-diciembre-2011).

5 comentarios:

  1. Con estas palabras el Apóstol Santiago nos indica la actitud interior para prepararnos a escuchar y a acoger de nuevo el anuncio del nacimiento del Redentor en la cueva de Belén, misterio inefable de luz, amor y gracia.


    Sed constantes…esto es un canto a la paciencia. Y ese niño es
    el signo de la paciencia de Dios, que en primer lugar es paciente, constante, fiel a su amor hacia nosotros.

    Llega la Navidad, ¡corramos con alegría hacia Belén, acojamos en nuestros brazos al Niño volvamos a partir de Él y con Él!

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    1. ¡Cuánto me gustaría ser partícipe de la paciencia de Dios y reflejarla en mi alma, en mi ser, en mis actitudes, en mis comportamientos!

      Carezco de esa paciencia en el crecimiento de las almas, en su conversión... y sin embargo, ¡¡cómo nos desbarata este Misterio nuestras prisas, nuestras impaciencias, nuestras humanas exigencias!!

      Un abrazo

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  2. Como una se siente joven y universitaria (si en verdad lo has sido, nunca dejas de serlo) me incluyo en el título aunque vaya a ser abuela.

    "¡Cuántas veces los hombres han intentado construir el mundo solos, sin o contra Dios!" En el mundo occidental ya ni siquiera se molestan en ir contra Dios persiguiendo de manera cruenta a los que creemos en Él; lo más impresionante, lo que duele en el alma, es que hoy el mundo se construye sin Dios, al margen de Él. Lo que duele profundamente es que somos irrelevantes.Y duelen muchísimo más las manifestaciones e intentos de algunos por acomodar la Iglesia al mundo

    Hoy he llegado tarde al despacho y me he encontrado toda una fanfarria de bolas de colores de distintos tamaños en la que predominaba un rojo cegador. Es cierto que la mayoría son simplemente bautizados, pero me ha producido enfado comprobar que no había ni una sola alusión al nacimiento de Jesús. He intentado tranquilizarme y aunque no me gusta poner el nacimiento en mi despacho muy pronto, lo he montado con todo cariño, he llenado el río de agua y he encendido las luces, he quitado las bolas de colores de la pared que da a mi despacho y he puesto en ella dos angelitos al igual que en la puerta. Es mi pequeño testimonio ante un mundo al margen de Dios, testimonio que explico a todo compañero que se asoma para decir que me ha quedado muy bonito.

    Ante la gestación de mi primer nieto, tiemblo pensando al mundo al que viene; sí, ya sé que todas las épocas han sido difíciles, pero ¿hay algo más difícil que un mundo sin Dios para un niño, para un joven? Y tiemblo mucho más pensando que puede darse la situación de una Iglesia, que ya se encuentra bastante secularizada, acomodada al mundo ¡Qué lucha tendré que llevar, mientras viva, para que mi nieto o nieta viva como católico! ¡Qué lucha le tocará a mi hija! ¡Qué trabajo le tocará a su padrino, mi hijo mayor!

    Mi alma te ansía de noche, Señor; mi espíritu madruga por ti (de la salmodia de Laudes)

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    1. Julia María:

      Permítame, amiga mía: yo no quitaría adornos navideños como tales, sino añadiría los nuestros específicos, cristianos, aquellos que dan sentido y valor a la Navidad: ¡¡¡Cristo!!! Y no se enfade...

      ¿Su nieto? Creo que más que vivir una Iglesia secularizada le va a tocar vivir en otro tipo y momento de Iglesia: una Iglesia de minorías en la sociedad, pero más firme y más compacta. Sobre eso creo que hemos hablado más de una vez y sé que lo abordé en el blog.

      Una Iglesia acomodada al mundo dura poco -años, sí, pero pocos años-: creo que la línea va más en ser menos en número, pero mucho más compactos.

      Un abrazo para vos, para la gestante y el gestado... y hasta para el padrino.

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  3. Aunque parezca imposible, el Señor sabe suscitar el Amor en muchos corazones de jóvenes. Nunca son muchos. Un puñado, que a lo mejor tardan en darse cuenta años. El Señor sabe sembrar y esperar. Nosotros nos desesperamos cuando vemos que nuestras acciones no dan resultado. Que soberbios somos. Como si nuestro actuar fuese más fuerte que la voluntad de Dios!!!

    Feliz Navidad D. Javier. Julia María y la colmena :)

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