domingo, 21 de diciembre de 2014

El IV prefacio de Adviento



Un prefacio profundamente mariano, casi un compendio de teología mariana, es el prefacio IV, cuyo uso está reservado a las ferias mayores del Adviento. Canta la grandeza y el misterio de “María, nueva Eva”.



En verdad es justo darte gracias,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.

Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos
por el misterio de la Virgen Madre.

Porque, si del antiguo adversario nos vino la ruina,
en el seno virginal de la hija de Sión ha germinado
aquel que nos nutre con el pan de los ángeles,
y ha brotado para todo el género humano
la salvación y la paz.

            Dos páginas bíblicas se contraponen; son el anverso y el reverso de un drama: el pecado original en el libro del Génesis y la anunciación a María en el evangelio de san Lucas.

            En el Génesis, el antiguo adversario (la serpiente, el Maligno, el demonio) por envidia hizo caer al hombre en la soberbia, endiosándose y desobedeciendo. Mintió a Adán y Eva porque es un embustero (toda mentira viene del Maligno) y arruinó el orden creado en armonía y belleza. Eva fue seducida por el Maligno, su pecado dañó a toda su descendencia.

            Pero hay otra página que provoca estupor y esperanza: la anunciación a la Virgen. Todo va a cambiar: va a crearse un orden nuevo, de gracia, de comunión con Dios.

            “En el seno virginal de la hija de Sión”: la Virgen María es llamada “hija de Sión”, calificativo que los profetas como Sofonías aplicaban al resto de Israel, a los pocos que fueron fieles al Señor y que son lo mejor de Israel. María, que es el mejor fruto del pueblo de Israel, concibe en su seno al Verbo de Dios, “aquel que nos nutre con el pan de los ángeles”, preciosa imagen para señalarnos la Eucaristía, no como alimento prohibido (¡el del árbol del Génesis!), sino como manjar bendito y necesario. Ya no es fruto que Eva no podía tocar del árbol, sino el Pan de los ángeles que María entregará en Belén.


            “Ha brotado para todo el género humano la salvación y la paz”. Se superan las expectativas de Israel y de los profetas: ¡todo el género humano es salvado!, todos los hombres pueden gozar de la salvación de Cristo y entrar en la paz de la reconciliación y amistad con Dios y con los hombres entre sí.

La gracia que Eva nos arrebató
nos ha sido devuelta en María.
En ella, madre de todos los hombres,
la maternidad, redimida del pecado y de la muerte,
se abre al don de una vida nueva.

            Eva, madre de los vivientes, nos condujo al pecado. ¡Desgraciada herencia! Pero la gracia vuelve a darse a partir de María, “llena de gracia”, que da a luz al Autor de la gracia, Jesucristo.



            La Virgen María se convirtió así en abogada de la virgen Eva. La Virgen María es la nueva Eva, madre de los redimidos.

Así, donde había crecido el pecado,
se ha desbordado tu misericordia,
por Cristo, Señor nuestro.

Por eso nosotros,
mientras esperamos la venida de Cristo,
unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo…

            Cita literal de la carta de san Pablo a los romanos (cap. 5): “si creció el pecado, más desbordante fue la gracia”. ¡Dios obra a lo grande! El pecado de Adán arruinó a la humanidad entera, pero mayor y mejor es el don de Dios, sobreabundando de misericordia por medio de su Hijo encarnado, muerto y resucitado.

            Siempre la misericordia de Dios es mayor que el pecado: ¡ése es nuestro consuelo y esperanza! Por eso -¡recordemos ahora en Adviento!- el pregón pascual, en la Santísima Vigilia pascual, se atreve a cantar: “Necesario fue el pecado de Adán que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!”

            Todo esto se desencadena por el “Sí” humilde de la Virgen María, nueva Eva. A ella se dirige nuestra gratitud. Comienza la salvación. ¡Qué importante es la verdadera humildad! ¡Qué importante es el “Sí” que en ocasiones nos puede reclamar Dios!, porque puede desencadenar muchos bienes para los demás.

            Con la Virgen María, aguardemos al Señor.

3 comentarios:

  1. ¡Qué hermosa entrada! Es tan bella que, como a veces dice vd, no comento nada para no estropearla.

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  2. Como me gustaría que mis "si" al Señor fueran como los de la Virgen Maria.

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  3. El prefacio es bellísimo, pero de factura no-romana; es ambrosiano... de ahí que sea más extenso.

    Su teología es bella, refleja la hermosura del Misterio... y la belleza inmaculada de la nueva Eva, Santa María.

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