lunes, 6 de octubre de 2014

La liturgia educando: "reverente" (II)


La liturgia es algo santísimo y de naturaleza espiritual, no invento humano que pueda funcionar a capricho o a golpe de creatividad del sacerdote, del grupo, de los fieles. El estilo desenfadado y en ocasiones hasta vulgar, el cambio o mutilación de los ritos, la alteración incluso de los mismos textos litúrgicos, por no hablar de formas superficiales al celebrar (aplausos, diálogos improvisados, etc.), afectan a la liturgia misma que es Opus Trinitatis, Opus Dei.



Nadie puede ampararse en el Concilio Vaticano II para ese juego secular que convierte a la liturgia en algo profano, improvisado y divertido, porque nada del Vaticano II avala esa secularización de la liturgia; por el contrario, dice este Concilio:

            “En esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por él tributa culto al Padre eterno” (SC 7).

            “Es acción sagrada por excelencia” (SC 7).

            “Nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia” (SC 22).

Ese mismo sentido sagrado, tantas veces velado, ocultado, fue puesto de relieve, casi con urgencia, por el magisterio pontificio posterior: la naturaleza teologal de la liturgia –es decir, viene de Dios que santifica y hace presente el Misterio pascual del Señor- hace que la liturgia sea sagrada y debe celebrarse con espíritu religioso, entrando en la sacralidad de la liturgia sin secularizarla ni transformarla en catequesis, didáctica o fiesta muy humana:


            “La liturgia tiene como primera función conducirnos constantemente a través del camino pascual inaugurado por Cristo, en el cual se acepta morir para entrar en la vida” (Juan Pablo II, Vicesimus quintus annus, 6).

            “La liturgia es, por consiguiente, el ‘lugar’ privilegiado del encuentro de los cristianos con Dios y con quien Él envió, Jesucristo” (Juan Pablo II, VQA, 7).

            “La fe en esta presencia del Señor implica una actitud exterior de respeto hacia la iglesia, -lugar sagrado donde Dios se manifiesta en sus misterios (cf. Ex 3,5)- sobre todo durante la celebración de los sacramentos, pues las cosas santas deben ser tratadas siempre santamente” (Juan Pablo II, VQA, 7).

Estas mismas actitudes de respeto, de reverencia, son las que se piden a Dios en muchas de las oraciones sobre las ofrendas, antes de entrar en el núcleo de la Santa Misa, la gran y solemne Plegaria eucarística –jamás precipitada, rutinaria, velozmente realizada como si fuera aburrida o insignificante-.

Reverencia, decoro, sacralidad, son las actitudes y virtudes que las oraciones sobre las ofrendas inculcan para glorificar a Dios y alabarle debidamente:


“Al celebrar tus misterios con culto reverente, te rogamos, Señor, que los dones ofrecidos para glorificarte nos obtengan de ti la salvación”[1]; “oh Dios, fuente de la paz y del amor sincero, concédenos glorificarte por estas ofrendas”[2]; “vuelve tu mirada, Señor, sobre las ofrendas que te presentamos, para que nuestra celebración sea para tu gloria y tu alabanza[3]; “concédenos que, al celebrar esta eucaristía que has entregado a tu Iglesia, podamos rendirte una alabanza perfecta[4].


            La liturgia mira sólo a Dios, lo glorifica, lo alaba; no es una mirada circular de unos a otros, siempre hacia nosotros, sino de todos hacia Dios. Siempre se ha considerado la liturgia como un servicio santo, sagrado, porque en la liturgia ejercemos un servicio divino. Pensemos cómo la Plegaria eucarística II reza diciendo: “y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia”, o en su original latino: “estar ante Ti y servirte”.

            En sentido amplio, la liturgia es la escuela del divino servicio, y este servicio debe ser realizado por todos con algunas notas definitorias: humildad, reverencia, amor, dignidad, devoción. Esto es lo que aparece en numerosas oraciones sobre las ofrendas:


            “Señor, Dios nuestro, tú mismo nos das lo que hemos de ofrecerte y miras esta ofrenda como un gesto de nuestro devoto servicio”[5]; “mira complacido, Señor, nuestro humilde servicio, para que esta ofrenda te sea agradable y nos haga crecer en el amor”[6]; “oh Dios que obras con poder en tus sacramentos, concédenos que nuestro servicio sea digno de estos dones sagrados”[7].


            Ante el altar del Señor, el pueblo cristiano, convertido en pueblo sacerdotal por el Bautismo y la Confirmación, sirve al Señor en la liturgia, glorificándolo por la salvación del mundo. Siendo un servicio litúrgico, y por tanto santo, hay que desempeñarlo con unas características concretas:


            “Concédenos, Señor, que esta ofrenda sea agradable a tus ojos, nos alcance la gracia de servirte con amor y nos consiga los gozos eternos”[8]; “concédenos, Señor, que podamos servirte en el altar con un corazón puro como san José”[9]; “mira, Señor, complacido el sacrificio espiritual que vamos a ofrecerte en nuestro deseo de servirte[10].


            Y también: “concédenos, Dios de misericordia, servir siempre a tu altar con dignidad, y, participando en él frecuentemente, danos la salvación”[11].

            La vida cristiana es “vida litúrgica” pues la liturgia es fuente y cumbre de la vida de la Iglesia, raíz y cimiento de la vida interior. Pedimos, incluso, poder servir siempre en el altar: “te suplicamos humildemente que, así como tus mártires prefirieron morir antes que pecar, nosotros vivamos consagrados a ti, sobre todas las cosas, y entregados a servirte en el altar[12].

            Éstas son las características y modo de vivir en la liturgia con reverencia, es decir, respeto y veneración, sirviendo humildemente a Dios en la liturgia. ¿No parece que esto se ha perdido en gran parte y por todas partes? ¿No parece que hemos desacralizado toda la sagrada liturgia? ¿No parece que la liturgia misma, con sus oraciones, nos está educando en otro sentido y dirección y que es necesario asumir y formar así a todos?



[1] OF VII Tiempo Ordinario.
[2] OF XXIII Tiempo Ordinario.
[3] OF XXX Tiempo Ordinario.
[4] OF Sábado III Cuaresma.
[5] OF VIII Tiempo Ordinario.
[6] OF X Tiempo Ordinario.
[7] OF XIII Tiempo Ordinario.
[8] OF XXXIII Tiempo Ordinario.
[9] OF Solemnidad de San José.
[10] OF Votiva Espíritu Santo, B.
[11] OF Viernes V Cuaresma.
[12] OF 3 de junio, S. Carlos Luanga y compañeros.

1 comentario:

  1. A las tres preguntas finales, sí, sí, sí. E infinitas gracias ¿Por qué? Porque entradas como ésta me hacen sentir que no soy un bicho raro, ni una fanática, ni una troglodita como algunos quieren hacernos creer a los que decimos, aunque no tan bien dicho, lo que expresa la entrada.

    Una única observación: por desgracia, los fieles no saben que deben dejarse educar por la liturgia. Algunas veces es el sacerdote el que “corre” o lee más que reza y otras son los fieles los que no prestan atención a las oraciones, y me incluyo cuando mi imaginación “vuela” en medio de la celebración y me tengo que obligar “a hacerla retroceder en su vuelo”.

    Algunos parecen querer competir en la liturgia con las diversiones de las fiestas infantiles y juveniles o con los clubs de adultos, y a mí me dan ganas de preguntarles ¿creéis que la vida eterna es un parque de atracciones o un club de tenis o de…?. Porque si es así ¡qué poco valor dais a la muerte de Cristo! Y si, con buena pero errónea voluntad, creen que sin una liturgia dedicada a la alabanza, glorificación de Dios y nuestra santificación van a conseguir evangelizar, atrayendo a más gente, se equivocan pues en “diversiones” no podemos competir con parques de atracciones, discotecas, clubs…, ni la diversión es nuestro campo.

    Para que luego digan que no se puede hacer apostolado en la profesión. Acabo de tener una entrecortada conversación, pues no te quieren dejar hablar, desmontando mitos en torno a la Iglesia. Me río yo sola, ahora, porque al final los aburro y me dicen vale, vale, volvamos al asunto de legitimación (tema jurídico) pero ¡qué lástima, no les ayudo a convertirse! Espero que el Señor convierta la conversación en semilla.

    Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre (de la salmodia de Laudes)

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