domingo, 18 de mayo de 2014

La Eucaristía es nuestro viático

Viático es el alimento de los peregrinos, aquello que toman para recobrar las fuerzas y proseguir en el camino. Nosotros, peregrinos del cielo, estamos sostenidos por un alimento distinto, el pan del cielo, el Cuerpo del Señor.

Todo el capítulo 6 de san Juan está escrito para mostrar esta verdad del Alimento divino. El pan que comieron en el desierto como alimento era imagen del verdadero Pan que Cristo nos iba a dar; si con aquel pan murieron, con este Pan tendremos vida. El pan que dio Moisés los nutría físicamente para seguir peregrinando por el desierto, pero el verdadero Pan, el que nos da el Padre del cielo, nutre nuestro ser entero para proseguir caminando. 

Es Viático; además en un sentido especialísimo: será el Pan que nos sostenga en nuestro tránsito pascual, en la hora de nuestra muerte para unirnos a la Muerte del Señor y a su Vida, nuestra Pascua personal. Durante toda nuestra existencia terrena la Eucaristía ha sido siendo un fármaco, medicina de inmortalidad; llegada la hora de nuestra muerte, la Eucaristía será un germen de vida para quien siempre se haya nutrido de ella. "El que coma de este pan vivirá para siempre... Y yo le resucitaré en el último día"

La Iglesia lo proclama cantando el III prefacio de la Eucaristía:

En verdad es justo darte gracias,
es bueno bendecir tu nombre,
Padre santo, Dios de misericordia y de paz.
 
Porque has querido que tu Hijo
obediente hasta la muerte de cruz,
nos precediera en el camino del retorno a ti,
término de toda esperanza humana.
 
En la Eucaristía, testamento de su amor,
él se hace comida y bebida espiritual,
para alimentarnos en nuestro viaje
hacia la Pascua eterna.
 
Con este anticipo de la resurrección futura,
en la esperanza, participamos ya
de la mesa gloriosa de tu reino
y, unidos a los ángeles y a los santos,
proclamamos el himno de tu gloria:


La Eucaristía es prenda de vida eterna:

"La Eucaristía es prenda de la resurrección futura, pero ya en el tiempo es fuente de vida eterna. Jesús no dice "tendrá vida eterna sino "tiene vida eterna". La vida eterna de Cristo, con el pan eucarístico, penetra y se da en la vida humana" (Juan Pablo II, Audiencia general, 8-abril-1992).

La vida eterna no es algo que acontece después, sino que ha empezado ya a quien vive en Cristo y come su Cuerpo. Ya, aquí, comienza la vida eterna que después de la muerte, será feliz, totalmente gozosa.

Y la Eucaristía es prenda de nuestra resurrección; nuestro cuerpo, nutrido con el germen de Vida eucarístico, será transformado en cuerpo glorioso en la resurrección del último día.

"La Eucaristía es anticipo y prenda de la gloria futura. Celebrando este misterio, la Iglesia peregrina se acerca, día tras día, a la Patria y, avanzando por el camino de la pasión y de la muerte, se aproxima a la resurrección y a la vida eterna. El pan eucarístico es el viático que la sustenta en la travesía, llena de sombras, de esta existencia terrena, y que la introduce, en cierto modo ya desde ahora, en la experiencia de la existencia gloriosa del cielo" (Pablo VI, Hom. en la solemnidad del Corpus Christi, 28-mayo-1978).

El sacramento para los moribundos, aunque creamos es la Unción de enfermos, es en realidad el Viático, su última y solemne comunión eucarística, para unirse al Señor en esta Pascua que va a vivir con su muerte.

4 comentarios:

  1. La Eucaristía es CRISTO. EL es la Vía, la Verdad y la Vida. Alabado sea DIOS. Sigo rezando, DIOS les bendiga.

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    1. Y Cristo mismo, en la Eucaristía, nos conduce hacia el Padre en el último tránsito que nos toca. Toda la vida nos acompaña en el camino -viático-.

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  2. El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle: "… tiene vida eterna" porque, como dice san Pablo, “ya no soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí”. Comulgar bien es un acto de amor, de Amor de Quién se da a comer y de amor de quién come al amado; es un juego de amor porque quien ama siempre da la vida por el amado, y comulgar es una entrega de la vida.

    Recibimos como alimento a Cristo, no para que nuestro cuerpo lo convierta en parte de sí mismo, sino para que nosotros nos transformemos en Él y, para ello, se necesita entregarnos, querer comerlo, no un mero deseo sino un profundo querer. En nuestra riquísima lengua se distingue entre desear y querer, ‘desear’ referido al sentimiento que no expone nada y ‘querer’ que implica la voluntad.

    Pablo ya nos dijo en Corintios que, para responder a la invitación del Señor, debemos prepararnos bien: "Quien comiere este pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, reo será del cuerpo y de la sangre del Señor [...], porque quien le come y bebe indignamente se traga y bebe su propia condenación". También san Juan Crisóstomo nos advierte: "También yo alzo la voz, suplico, ruego y exhorto encarecidamente a no sentarse a esta sagrada Mesa con una conciencia manchada y corrompida. Hacer esto, en efecto, nunca jamás podrá llamarse comunión, por más que toquemos mil veces el cuerpo del Señor, sino condena, tormento y mayor castigo"

    ¡Danos, Señor, nuestro verdadero pan!


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    1. ¡Qué importante es saber lo que es comulgar y vivirlo como acto de amor profundo a Dios!

      Es verdad: se necesita un deseo y también y sobre todo un profundo querer: vivir en Él y para Él.

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