martes, 18 de marzo de 2014

Plegaria: Pasión

Elevemos hoy nuestra plegaria a Dios y sea el esto de la misma plegaria, realizada personalmente, una catequesis que evangelice las fibras de nuestro corazón.

Son los santos grandes orantes, grandes evangelizadores; y en este caso, sea san Juan de Ávila el que guíe nuestra plegaria a la Pasión del Señor, considerándola y despertando el afecto hacia el Señor.



           "¡Jesús benditísimo!, que verte por fuera atormentado quiebra el corazón del cristiano, y verte por dentro quebrantado por algunos dolores, no hay vista ni fuerza que lo pueda soportar.

            Tres clavos, Señor, rompieron tus manos y tus pies con fuertes dolores; setenta y tantas espinas se dice que penetraron tu divina cabeza; tus bofetadas e injurias fueron muchísimas; y de los crueles azotes que recibió tu delicadísimo cuerpo, se dice que pasaron de cinco mil.

            Por esto, y por otras muchas penas que concurrieron en tu pasión, tan graves que otro que tú, que las pasaste, no las alcanza, se había dicho refiriéndose a ti mucho tiempo antes: Todos los que pasáis por el camino, atended y mirad si hay dolor igual al mío (Lm 1,12).


            Y con todo esto, tú, cuyo amor no tenía tasa, buscaste y hallaste invenciones nuevas para traer y sentir dentro de ti unos dolores que excedieron en número a los clavos, azotes y tormentos que pasaste por fuera, y durasen más tiempo y fuesen más agudos para herirte.

            Isaías dice: Cada uno de nosotros se perdió por su camino, y el Señor puso sobre su Mesías los pecados de todos nosotros (Is 53,6). Y esta sentencia tan rigurosa de la justicia divina, la tuvo, Señor, por buena tu amor; y te echaste sobre tus espaldas y te hiciste cargo de todos los pecados, sin faltar uno, que habían cometido, cometen y han de cometer todos los hombres desde el principio del mundo hasta que se acabe, para pagarlos tú, Señor y amador nuestro, con dolores de tu corazón.

            ¿Mas quién contará el número de tus dolores, pues tampoco hay quien cuente el número de nuestros pecados, que los causaron, sino tú solo, Señor, que los pasaste, hecho por nosotros varón de dolores, y que pruebas por experiencia los trabajos? (cf. Is 53,3). Un solo hombre dice de sí que tenía más pecados que los cabellos en la cabeza (cf. Sal 40,13). Y sobre esto, aun dice que le perdone Dios los otros pecados que tiene y no conoce (cf. Sal 19,13). Pues si uno, que es David, tantos tiene, ¿quién contará los que tienen todos los hombres, muchos de los cuales cometieron más y mayores pecados que David?

            ¡En cuanto trabajo te metiste, cordero de Dios, para quitar los pecados del mundo! (cf. Jn 1,29), en cuya persona se dijo: Me cercaron muchos becerros; y toros cebados me rodearon; abrieron sobre mí su boca como león que brama y hace presa (Sal 21,13-14). Pero, aunque en el huerto de Getsemaní te fue a prender (cf. Jn 18,3), Señor, una compañía de mil hombres del brazo seglar, aparte de la gente enviada por los pontífices y fariseos, que con mucha crueldad te cercaron y prendieron, a quien mire la muchedumbre y la grandeza de todos los pecados del mundo que han cercado tu corazón, le parecerá poca gente la que aquella noche fue a prenderte, en comparación de los que cercan tu corazón.

            ¡Qué vista, Señor, tan espantosa! ¡Qué retablo tan feo, y para dar tanta pena, traías delante de ti, cercado de nuestros grandes pecados, significados por los becerros, y de los muy grandes, significados por los toros!

            ¿Quién contará, Señor, los pecados tan feos que han acaecido en el mundo, que, presentados delante de tu inefable limpieza y santidad, te pondrían espanto, y como toros con las bocas abierta, arremetían contra ti, pidiendo que tú, Señor, pagases la pena que tanta maldad merecía?

            ¡Con cuánta razón se dice más adelante que fuiste derramado como agua, con tormentos por fuera, y tu corazón fue derretido como cera (cf. Sal 22,15), con fuego de dolores por dentro! ¿Quién, Señor, dirá que puede crecer más el número de tus dolores, pues tan sin número son nuestros pecados?[1]




[1] S. Juan de Ávila, Audi filia, cap. 79.

2 comentarios:

  1. Pasión en más de un sentido. Descarnada y desnuda en más de un sentido. No me mueve SEÑOR para quererte el cielo que me tienes prometido ....... .
    ¿Qué tengo yo que me amistad procuras? ¿Qué interés se te sigue JESÚS mio .....?
    Más o menos de la misma época todo. Y tan certero. Alabado sea DIOS.

    Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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  2. ¡Amén! ¡Amén! ¡Amén!

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