sábado, 16 de noviembre de 2013

Pensamientos de San Agustín (XXI)

La vida del hombre está envuelta de muchas realidades, y le añadimos, además, muchas necesidades, unas más básicas e imprescindibles, pero otras no tan necesarias, sino caprichosas. Sin embargo, ¿qué constituye nuestra vida y orienta a nuestro fin? ¡Sólo Dios! Entonces descubrimos que todo lo demás no es ni tan importante, ni tan urgente, ni tan imprescindible. ¡Qué libertad dará esto al hombre! Ya lo proclamó el Señor al pronunciar las bienaventuranzas.

"Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios". Este ese fin de nuestro amor: fin con que llegamos a la perfección, no fin con el que nos acabamos. Se acaba el alimento, se acaba el vestido; el alimento porque se consume al ser comido; el vestido porque se concluye tejiéndolo (San Agustín, Sermón 53,6).

Entre los cristianos fue habitual, y no debiéramos perderlo, el uso de expresiones que eran una clara confesión de fe. Entre ellas, "gracias a Dios", "a Dios gracias", introducidas en nuestras conversaciones con normalidad, recalcarían la actuación divina en nuestras vidas y el reconocimiento que hacemos de ese obrar gratuito y amoroso de Dios.
"Gracias a Dios": nada puede decirse con mayor brevedad, ni oírse con mayor complacencia, ni entenderse con mayor sublimidad, ni realizarse con mayor provecho... (San Agustín, Carta 41,1).
En el evangelio aparecen muchos cojos y paralíticos curados por el Señor -o por los Apóstoles-. En ellos hemos de reconocernos nosotros, que caminamos con mucha dificultad en lugar de correr por la senda de los mandatos de Dios con alegría de corazón. Busquemos la Gracia que sana -los sacramentos son su momento privilegiado- y en lugar de cojear y caernos, andaremos rápido por los caminos del Señor.
Al hombre se le ha mandado sapientísimamente que camine con rectitud para que, cuando vea que él solo no puede, busque la medicina, que es la "gracia de Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo", para sanar la cojera del pecado en el interior del hombre (San Agustín, Tratado sobre la Perfección de la Justicia 1,3,6).
Palabras breves de san Agustín sobre un cierto apostolado familiar, es decir, la alegría de ver que los nuestros más cercanos, hijos o hermanos, se acercan al Señor y entran en la Iglesia. Para eso, habremos de trabajar de mil y una formas distintas.
"Reserva un puesto para Cristo en medio de tus hijos, añádase a tu familia tu Señor; súmese a la prole tu creador, cuéntese entre tus hijos tu hermano" (San Agustín, Sermón 86,13).
Una palabra sobre la amistad no podría faltar entre los pensamientos de san Agustín. ¡Qué realidad tan hermosa es la amistad!, pero se requiere el cultivo movidos por la fe y por el ejemplo que vemos en el actuar de Dios.
Por eso, con la mejor intención que podamos, demos a nuestros amigos, a los que se interesen con sinceridad en nuestros trabajos, este ejemplo: que sepan que entre los amigos cabe una recíproca oposición en las palabras, sin que se disminuya por eso la caridad ni produzca odio la franqueza que se debe a la amistad (San Agustín, Carta 82,4.32).
Oír a Dios, es decir, ponerse a la escucha dócilmente, con actitud disponible, equivale a ensanchar tanto el corazón como la misma inteligencia que busca entender, comprender  y abarcar dentro de sus posibilidades y límites. Un pensador -en general- antes será un oyente de Dios, el Maestro auténtico que no puede mentir.
Si yo quiero pensar religiosamente, tengo que oír con docilidad lo que Él dice, para merecer la inteligencia de lo que Él piensa (San Agustín, Trat. Ev. Io., 16,2).
¿Y qué tiene la amistad de especial y característico? La búsqueda real y eficiente del bien del amigo como si fuera el propio bien, o sabiendo que el bien del amigo es también mi propio bien por el lazo de la amistad común.
La presente vida feliz es también vida en sociedad cuando se busca el bien de fos amigos por el bien mismo, como si fuera propio, queriendo para los amigos lo mismo que se quiere para sí (San Agustín. La ciudad de Dios 19,3,2).
La fe es el motor y la fuerza para no naufragar. Esto es una posibilidad real, una amenaza cierta. Naufragamos muchas veces cuando, debilitada la fe, desconfiamos de Cristo y entonces la realidad, las circunstancias y los problemas, se vuelven amenazadores, rugen contra nosotros. En la barca del corazón, de la propia vida, está Cristo. Grite el corazón al Señor por la fe y quedará salvado.
Tu nave es tu corazón; Jesús estaba en la nave, es decir, la fe en el corazón. Si te acuerdas de tu fe, no vacila tu corazón; site olvidas de la fe, duerme Cristo; a la vista está el naufragio (San Agustín, Enar. In Ps., 34,s.1,3).
Un último pensamiento. La Iglesia no es una masa numérica y es "más Iglesia" cuantos más estemos juntos; también un solo bautizado, firme en la fe, hace presente a la Iglesia entera, incluso sin el respaldo de nadie, a la plena intemperie del mundo. Donde hay un cristiano, toda la Iglesia está allí: en su oración privada, en su testimonio, en las obras santas de su vida. 

Dondequiera que Dios es temido y alabado, allí está la Iglesia de Cristo (San Agustín, Enar. in Ps., 21,2,24).

3 comentarios:

  1. ¿Qué podría decirse o matizarse a San Agustín? Creo que nada, Padre.

    Como comentario aparte, podría decir que a la palabra AM ISTAD, le pasa un poco como a la palabra AM OR. He notado que está muy generalizado que se llame AMOR a cualquier cosa y que se llame AMISTAD a cualquier cosa. Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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  2. Más allá del “adiós”, contracción de “vaya con Dios”, referirse a Él habitualmente en la vida cotidiana y profesional. Como resalta don Javier, “con normalidad”, sin beatería, ni sensiblería, ni exhibicionismo. Se sorprenden al principio los oyentes (lo dice su cara) pero, con el tiempo, Dios está en la conversación y en la discusión profesional; cosa diferente es que cada uno lo acepte en su vida pero, estar, está.

    La presencia central de Dios en la pareja, en la familia, se ha perdido aunque tampoco en otras épocas impregnaba toda la realidad familiar. Si no centramos la familia en Dios de modo serio y fiel, cualquier intento de evangelización fracasará o, mucho peor, será superficial o falsa.

    “¡Qué realidad tan hermosa es la amistad! pero se requiere el cultivo… el bien del amigo como si fuera el propio bien…”. La amistad es el amor más desinteresado, junto al amor maternal, cuando ambos, verdadera, realmente, sean formas de amor.

    La amistad no se sustrae a la confusión reinante sobre el término “amor”. Sinceridad, generosidad, comprensión, afecto compartido en mutua confianza y en la corrección del error subjetivo para aprender juntos la objetividad de los hechos dentro de una comunicación sin trampas, susceptibilidad, envidia, posesión, exigencias, obligaciones, sino en libertad y apoyo mutuo; la amistad cierra el paso a la agresividad, manipulación, desconfianza, a la “defensa del territorio” propia del hombre. Como dice un refrán “Amistad por interés, no dura porque no lo es”.

    ¡Qué importante!: “La Iglesia no es una masa numérica”. La Iglesia es mucho más que eso.

    Tú, Señor, eres nuestra libertad ¡Qué Dios les bendiga!

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  3. Bellas y profundas frases de San Agustín. Gracias D. Javier, nunca está de más recordarlas e interrogarnos a través de ellas. Feliz Domingo :D

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