domingo, 24 de marzo de 2013

MIsa en la Cena del Señor - Jueves Santo

Cada año, el Santísimo Triduo pascual convoca a toda la Iglesia. Sí, sé bien que en el lenguaje más popular se habla sólo de "Semana Santa", que se piensa que ésta acaba el Sábado Santo y que la palabra "Pascua" o "Vigilia pascual" o "Triduo pascual" aún no forman parte de nuestro lenguaje, ni siquiera entre los mismos católicos, catequistas, miembros de nuestra parroquia. 

Sin embargo el Triduo pascual es el corazón del año litúrgico y su cumbre máxima la Vigilia pascual. Cada año, una y otra vez, a todos se debe ofrecer la catequesis de preparación al Triduo pascual explicando los ritos, su sentido y su vivencia espiritual.

El Triduo pascual se comienza la víspera del Viernes Santo: su oficio de vísperas no es el rezo de la Liturgia de las Horas, sino la celebración de la Eucaristía vespertina, la que se llama "Misa en la Cena del Señor".

El Jueves Santo por la tarde, la Iglesia se reúne en una única Eucaristía en cada iglesia, para conmemorar la institución de la Eucaristía por el Señor en el marco de la Ultima Cena, la Cena pascual, la institución del sacerdocio (en virtud del “haced esto” dicho a los apóstoles) y el mandato del amor fraterno. Esta Misa vespertina del Jueves Santo “en la Cena del Señor” es el oficio de Vísperas que nos permite entrar en el inicio del Triduo pascual, el gran prólogo a todo el Misterio pascual que viviremos el Viernes y Sábado Santos y el Domingo de Pascua. Ésta es la perspectiva justa para vivir espiritualmente la Misa in Coena Domini: una solemne introducción a los días grandes y santos. Su carácter de prólogo e introducción ya debe situarnos espiritualmente: lo más importante viene después, el Viernes Santo y la noche de Pascua. Quien se detiene en un prólogo, no lee la obra completa. Esta Misa del Jueves Santo nos ayuda a sumergirnos ya en la profundidad del Misterio que la liturgia hará presente los tres días siguientes.

Su celebración es solemne. Sí. Pero se tiende a volcar toda solemnidad en esta Misa y dejar la Vigilia pascual en un segundo lugar. La preocupación muchas veces es que la Misa vespertina del Jueves Santo luzca todo en su mayor esplendor: los mejores cálices y patenas, los candelabros más artísticos y alfombras exquisitas, las mejores casullas... mientras que para la Vigilia pascual no se reserva lo mejor. Sin embargo el peso está aquí mal distribuido. La solemnidad del Jueves Santo es un primer esbozo de la Gran Solemnidad de la Vigilia pascual donde, ahora sí, se empleará el mejor y más bello cáliz, la patena más hermosa, los candelabros más valiosos, las alfombras buenas, los ornamentos de mayor calidad en su confección, etc., etc.

Es el inicio de la subida a una cumbre, la Vigilia pascual. Una buena pedagogía pastoral y litúrgica sabrá dosificar todos los elementos hasta alcanzar su mayor "explosión" de júbilo y belleza en la santa Vigilia pascual.

Releamos las normas litúrgicas de esta Misa de manera que captemos su sentido y peculiaridad:

"El sagrario ha de estar completamente vacío al iniciarse la celebración. Se han de consagrar en esta misa las hostias necesarias para la comunión de los fieles y para que el clero y el pueblo puedan comulgar el día siguiente.
Para la reserva del Santísimo Sacramento prepárese una capilla, convenientemente adornada, que invite a la oración y a la meditación; se recomienda no perder de vista la sobriedad y la austeridad que corresponden a la liturgia de estos días, evitando o erradicando cualquier forma de abuso.

Cuando el sagrario está habitualmente colocado en una capilla separada de la nave central, conviene que se disponga allí el lugar de la reserva y de la adoración.

Mientras se canta el himno “Gloria a Dios”, de acuerdo con las costumbres locales, se hacen sonar las campanas, que ya no se vuelven a tocar hasta el “Gloria a Dios” de la Vigilia pascual...

El lavatorio de los pies que, según la tradición, se hace en este día a algunos hombres previamente designados, significa el servicio y el amor de Cristo, que “no ha venido para que le sirvan, sino para servir”. Conviene que esta tradición se mantenga y se explique según su propio significado.

Los donativos para los pobres, especialmente aquellos que se han podido reunir durante la Cuaresma como fruto de la penitencia, pueden ser presentados durante la procesión de ofrendas, mientras el pueblo canta “Ubi caritas est vera”.

Será muy conveniente que los diáconos, acólitos o ministros extraordinarios lleven la Eucaristía a la casa de los enfermos que lo deseen, tomándola del altar en el momento de la comunión, indicando de este modo su unión más intensa con la Iglesia que celebra.

Terminada la oración después de la comunión, comienza la procesión, presidida por la cruz en medio de cirios e incienso, en la que se lleva el Santísimo Sacramento por la iglesia hacia el lugar de la reserva. Mientras tanto, se canta el himno Pange lingua u otro canto eucarístico.

El traslado y la reserva del Santísimo Sacramento no han de hacerse si en esa iglesia no va a tener lugar la celebración de la Pasión del Señor el Viernes Santo.

El Sacramento ha de ser reservado en un sagrario o en una urna. No ha de hacerse nunca una exposición con la custodia o el ostensorio. El sagrario o la urna no han de tener la forma de un sepulcro. Evítese la misma expresión “sepulcro”: la capilla de la reserva no se prepara para representar “la sepultura del Señor”, sino para conservar el pan eucarístico destinado a la comunión del Viernes de la Pasión del Señor.
Invítese a los fieles a una adoración prolongada durante la noche del santísimo Sacramento en la reserva solemne, después de la misa “en la Cena del Señor”. En esta ocasión es oportuno leer una parte del Evangelio según san Juan (capítulos 13-17).

Pasada la medianoche, la adoración debe hacerse sin solemnidad, dado que ha comenzado ya el día de la Pasión del Señor. Terminada la misa se despoja el altar en el cual se ha celebrado... No se encenderán velas o lámparas ante las imágenes de los santos".
(Carta sobre las fiestas pascuales, nn. 48-57).

 

Sobre la reserva eucarística, orando ante Cristo para adentrarnos ya en el Misterio de su Pascua, el Directorio sobre piedad popular y liturgia, dice:


"La piedad popular es especialmente sensible a la adoración al santísimo Sacramento, que sigue a la celebración de la misa en la cena del Señor. A causa de un proceso histórico, que todavía no está del todo claro en algunas de sus fases, el lugar de la reserva se ha considerado como “santo sepulcro”; los fieles acudían para venerar a Jesús que después del descendimiento de la Cruz fue sepultado en la tumba, donde permaneció unas cuarenta horas.

Es preciso iluminar a los fieles sobre el sentido de la reserva: realizada con austera solemnidad y ordenada esencialmente a la conservación del Cuerpo del Señor, para la comunión de los fieles en la celebración litúrgica del Viernes Santo y para el viático de los enfermos, es una invitación a la adoración, silenciosa y prolongada, del Sacramento admirable, instituido en este día. Por lo tanto, para el lugar de la reserva hay que evitar el término “sepulcro” (“monumento”), y en su disposición no se le debe dar la forma de una sepultura; el sagrario no puede tener la forma de un sepulcro o urna funeraria: el Sacramento hay que conservarlo en un sagrario cerrado, sin hacer la exposición con la custodia. Después de la medianoche del Jueves Santo, la adoración se realiza sin solemnidad, pues ya ha comenzado el día de la pasión del Señor” (n. 141).

4 comentarios:

  1. Tiene razón al señalar la perspectiva justa para vivir espiritualmente el Triduo Pascual: “lo más importante viene después, el Viernes Santo y la noche de Pascua”.

    Pero también es cierto que las palabras de Jesús en la Cena de esa Pascua: “He deseado ardientemente comer esta Pascua…” “Este es mi cuerpo que se entrega…” “… cáliz de la nueva alianza sellada con mi sangre…” indica que para Él la Pasión había empezado ya de algún modo. Para mí es muy importante la Oración del Huerto; posiblemente se trata de una simple cuestión de mi personalidad pero también responde a la influencia de santa Teresa de Jesús, que acompañaba a Cristo en Getsemani porque allí es donde le sentía más solo.

    A mi juicio, la no participación en la Liturgia del Triduo Pascual en su totalidad es cuestión de falta de fe o de falta formación y o de ambas, las mismas causas que dan lugar a una interpretación sesgada de la frase: Cristo “no ha venido para que le sirvan, sino para servir”. No le entendieron los hombres de su época, no le entendemos los de este siglo.

    Entra en Jerusalén, sabiendo lo que va a suceder. En oración ¡Qué Dios les bendiga!

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    1. Ciñéndome a la espiritualidad litúrgica, amiga mía, coincido en que la ausencia para vivir el Triduo pascual (los "Oficios" de Semana Santa como popularmente se conocen) es o falta de fe o falta de formación o ambas a la vez. Pero, ¡¡cuánto me duele!!

      En este blog, pensando en la formación para los habituales, pero también para los que pueden venir desde Google buscando algo, he intentado decir no sé cuántas veces, el sentido e importancia de esa liturgia.

      En persona, en mis homilías, desde el mismo Miércoles de Ceniza, estoy intentando explicar incluso algunos ritos de la liturgia del Triduo pascual, invitando a vivirla... pero creo que con escaso resultado.

      Hoy mismo, después de 3 Misas con la Pasión del Señor y su homilía, he vuelto a recordar que lo de hoy es un gran prólogo para vivir con Cristo la liturgia del Triduo pascual, haciendo una síntesis de cada celebración (y recordando a qué horas la celebraremos). Pero temo, igualmente, que sirve para poco.

      ¡¡¡¡¡Y eso me duele en el alma más de lo que nadie se pueda imaginar!!!!!

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    2. Compartimos su dolor pero también sabemos que la visión antropológica y ontológica de nuestra sociedad dificulta seriamente llegar al corazón del hombre. Seguimos y seguiremos en la brecha porque a Él no le entendieron ni aquellos a los que había elegido y porque nos lanzó una pregunta inquietante: cuando yo vuelva ¿quedará fe sobre la tierra?

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  2. Padre, yo no creo que sirva para poco. Ya se sabe que unos siembran y otros recogen. Sin sembrar nunca se recoge nada. Ya ve, Padre, yo, precisamente yo, estoy aquí.
    En realidad, no me encontrado a nadie que explique la Liturgia como Usted. Personalmente, creo que eso es un gran logro suyo.
    Muchas gracias por todo. Sigo rezando.

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