jueves, 24 de enero de 2013

La fe es vigilancia e impulso (I)

Vigilancia, lo sabemos: el día se echa encima, la noche está avanzada... ¡despertemos! Porque el Señor insistentemente recomendaba: "Vigilad, velad". Una fe adormecida, aletargada, pierde su cualidad esencial de vigilancia, sin ver ni oír cuándo viene el Señor o cuáles son sus signos concretos que señalan caminos nuevos, que corrige los pasos errados.

Mas, junto a la vigilancia, la fe es impulso, o si lo preferimos, estímulo, ardor, fuego. A nadie deja indiferente, ni pasivo, ni  ocioso, sino que lo transforma y lo envía, lo lanza y lo introduce en la realidad para que fermente, para que sale, para que ilumine. La fe es impulso, estímulo de vida y apostolado.


Y si al árbol bueno se le conoce por sus frutos, porque señala una raíz buena, la fe se reconoce como viva y sólida y arraigada cuando está vigilante a los signos de Cristo, a sus constantes llamadas, y se mueve y actúa para multiplicar los talentos, para volver a echar las redes como pescadores de hombres, para regar lo que tal voz otro plantó y será otro quien recoja. La fe es una vida (divina, sobrenatural, eterna) que se comunica y se expande.

Ese dinamismo es el vemos reflejado en los apóstoles a medida en que van conociendo a Cristo; despiertan, viven de esperanza y alientan a otros para que hagan esa misma experiencia: "y lo llevó a Jesús" (Jn 1, 41). Por eso podemos afirmar que la fe es vigilancia e impulso, no un remanso tranquilo de confort para dormitar tranquilos.

Una amplia alocución o discurso de Pablo VI ofrecerá una abundante materia de meditación y formación para nosotros, siempre con deseos de una fe renovada, madura, fiel.

"¿Cuál es la meta última; cuáles son los deberes; dónde descansa la esperanza de los hombres? Las palabras del Papa van precisamente dirigidas a recordar a cada redimido: tú has sido creado por Dios y estás destinado a volver a  Dios. La vida es una vocación; tiene un destino preciso y por tanto una expectativa; cada elemento en el tiempo debe compendiarse por tanto en la realidad de la luz emanada por el Redentor.

De aquí se deduce que la vida cristiana no es un lago tranquilo. Es un ejército de almas vibrantes, que están prontas, que oran, que velan, que trabajan; todas tienen algo que pedir y algo que ofrecer.

Es obvio que comencemos por los jóvenes. Nos gustaría recordar a cada uno de ellos: ¿Por qué vives? ¿Sabes que tienes que desempeñar una misión? ¿Estás convencido de que cada vida posee una misión que el Señor le ha confiado?

Sean suficientes estas simples anotaciones para despertar en las conciencias, especialmente en los jóvenes, el deseo de conocer lo grande y maravilloso que es el destino que Dios nos ha asignado.

En este momento queremos hacer una reflexión sobre las cosas de nuestra vida, de nuestro tiempo. ¿Cómo caracterizar el momento histórico y social en que vivimos?

Es evidente a todos que la hora presente constituye un estado, o, mejor, un movimiento de espera. ¿Hay alguien hoy que se precie de permanecer inerte e inactivo? No. Todos quieren algo nuevo; todos esperan que sucederá lo que se figuran; y en consecuencia, multiplican sus aspiraciones. Nuestro tiempo ha sacudido los ánimos, y por ello en todos domina, no la tranquilidad, sino la agitación.

Necesidad de hacer una nueva elección

Pues bien, ¿qué enseñanza podemos sacar de esta primera observación? La respuesta la encontramos en el Evangelio, debemos estar en la actitud, que allí se define, de activa vigilancia. Es necesario estar despiertos. El cristianismo no se ha hecho para gente que duerme, para quienes sin ningún tipo de aspiraciones viven mecánicamente, de forma rutinaria, inmóviles en su inercia, dejándose llevar por los demás. Si hay un malestar que sacude y agita a los hombres, el Señor nos dice explícitamente: vigilad, estad atentos, abrid los ojos, escuchad lo que se dice. Por tanto, hay que mantener el alma en estado de alerta, y no ciertamente de torpor ni de cansancio y mucho menos de pereza, derrotismo, escepticismo o desconfianza. La consigna es: atención plena.

Se ha dicho con frecuencia que la religión cristiana adormece el entendimiento; que es opio, dijo alguno. No es verdad. Si la vocación es auténtica, si es auténtica la vida cristiana, se desprende de todo tipo de letargo y obedece pronta la indicación de Cristo a sus discípulos: vigilad, estad despiertos. Es decir, emplead vuestra conciencia, vuestro pensamiento en mirar a vuestro derredor, en tratar de comprenderos. Tened un espíritu abierto -como hoy se dice- a las cosas que os rodean y llegaréis de esta suerte a comprender el sentido exacto de nuestro momento y de nuestro tiempo.


De esta vigilancia fundamental emerge un primer deber. Es necesario tratar siempre de estar informado. Si tenemos una venda en los ojos nunca conoceremos el camino a recorrer, ni podremos admirar el paisaje que nos rodea. Eliminemos la pantalla y pongamos empeño en ver, en entender y en valorar las noticias.

Es de sobra conocido que la información procede de dos fuentes. La primera es la de los medios actuales de la radio y de la televisión, que nos ponen en contacto con las realidades día tras día, incluso hora tras hora. La otra fuente es la prensa, en su diversos grados. Hay que añadir que estos medios, que consiguen mantener encendida la atención, la conciencia de los hombres de nuestro tiempo, han de ser tenidos muy en cuenta.

Hemos de averiguar ante todo si estos instrumentos son verdaderamente informativos; si son maestros y nos dicen realmente la verdad; si nos guían y suscitan pensamientos inútiles y buenos. En otros términos, ¿queréis ser personas de nuestro siglo y gente despierta? Tratad de conseguir una buena prensa como se decía en otro tiempo y como habría que decir hoy también; esforzaos en obtener las informaciones útiles para la vida. No permanezcáis en la ignorancia y en la apatía; no seáis ovejas que caminan con la cabeza baja; no cerréis los ojos porque en derredor hay muchas cosas que cambian y obstaculizan. Tratad de ser inteligentes -os lo digo en nombre del Señor-, de ser vigilantes, de comprender las cosas; y, por ello, dejaos guiar por la información más adecuada, más aún, suprema y perfecta, para llevar de la mejor forma posible vuestra vida; es decir, la palabra de Dios, la instrucción religiosa, la ciencia de la existencia terrena y de la vida que nos espera en la eternidad.

Hijos míos, sed ávidos, sedientos de instrucción religiosa; sed realmente capaces de dar a vuestras almas no cuatro respuestillas del catecismo, para superar un breve período de instrucción o el momento de un examen. Tened siempre afán por la verdad, por esa verdad que nos pone en contacto con Dios, Camino, Verdad y Vida; que explica nuestro destino y nos brinda la ciencia de los valores de nuestro tiempo y de nuestra sociedad. Sed cristianamente inteligentes; para conseguir este resultado feliz invitamos en primer término al obispo de la población representada en esta audiencia a ser cada vez más maestro, guía y pastor celoso de las almas que se le han encomendado. Los sacerdotes, por su parte, no se cansan nunca de ser esforzados interlocutores con cuantos les escuchan, impartiendo de forma perfecta la enseñanza religiosa, predicando de la forma más oportuna y adecuada, traduciendo y difundiendo la riqueza de verdades que tienen encomendadas. Y los profesores, los dirigentes de los diversos grupos y asociaciones que procuren estar siempre empapados en este empeño de transmitir las Verdades y de mantener a su lado un pueblo vigilante, atento, generoso en su tensión espiritual que tiene que preparar no solamente tiempos nuevos, sino también la consecución de los destinos de los alumnos y discípulos"


(Pablo VI, Disc. a los fieles de Albano, 3-septiembre-1967).


La segunda característica de la fe, el impulso, el estímulo, la acción, la veremos más adelante en otra catequesis. Ya tenemos principios suficientes por hoy para cuestionarnos y adquirir, un poco más, esa mentalidad cristiana necesaria para estar en el mundo sin confundirse con él.

2 comentarios:

  1. “vigilante a los signos de Cristo” y vigilante a los signos de los tiempos, añado, porque a ello nos llamó el Maestro. Y “se mueve y actúa” como “ejército de almas vibrantes, que están prontas, que oran, que velan, que trabajan”.

    Muy importante lo que señala el Papa en relación al conocimiento de los demás y de uno mismo, éste último resaltado por tantos santos: “emplead vuestra conciencia, vuestro pensamiento en mirar a vuestro derredor, en tratar de comprenderos”

    Jesús miró los signos de su tiempo, vio la predicación de Juan, su muerte, la errónea reacción ante los milagros, después, la falta de entendimiento de las parábolas, y, por último, vio en los signos de los tiempos que había llegado “su hora”, la hora de entregar su vida. En broma (pero no tanto), Jesús fue “adaptando su plan de pastoral.”

    “sed ávidos, sedientos de instrucción religiosa… Tened siempre afán por la verdad”, sin olvidar que la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero (Juan de Mairena por Antonio Machado). Los católicos no tenemos ningún motivo para temer la verdad, los que menos motivos podemos tener, ni a la verdad sobre nosotros ni a la verdad sobre el mundo, porque la verdad nunca está oculta a Dios.

    A veces, los católicos parecemos como uno de mis hijos que, cuando era muy pequeñíto, para ocultarse y que nadie le viera, se tapaba los ojos con las manitas. Además, conocer al enemigo y conocer sus argumentos es fundamental para toda buena defensa, para estar en el mundo sin contaminarse ni confundirse con él.

    Yo añadiría a la pregunta dirigida a los jóvenes: ¿Para qué vives? Y después de su respuesta: Y ¿por qué vives para eso?

    En oración ¡Qué Dios les bendiga!

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  2. Me da por pensar que para estar alerta, el católico ha de tener a CRISTO como prioridad. Incluso como prioridad absoluta. Velando constantemente para no perder ninguna de sus enseñanzas. Intuyo DIOS nos habla constantemente cada instante de nuestra vida cotidiana. Hay que vigilar para no perderse nada, para recibir SU GRACIA, que constantemente nos regala. Y hay que acudir permanentemente donde está CRISTO. En los Sacramentos. ¿Para que vives? La respuesta es: "Para CRISTO", pero para eso CRISTO ha de ser nuestra prioridad absoluta. Me da que por ahí va la santidad.
    Muchas gracias, Padre. Sigo rezando. DIOS le bendiga. DIOS nos bendiga.

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