jueves, 10 de noviembre de 2011

San León Magno

Papa que ejerció su pontificado entre el 440-461, dejó una huella significativa en la vida de la Iglesia.

Convocó el Concilio de Calcedonia, envió su famosa Carta que se convirtió en documento último, en clave para los Padres conciliares, que exclamaron: "¡Pedro ha hablado por boca de León!". Así se llegó a precisar más, con términos firmes, quién es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado. 


¿Sólo hombre o sólo Dios? ¿Más hombre que Dios o más Dios que hombre?  O como lo explica el Catecismo:

El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La Iglesia debió defender y aclarar esta verdad de fe durante los primeros siglos frente a unas herejías que la falseaban (CAT 464).

¿Qué define Calcedonia, con términos metafísicos, es decir, que afectan al ser último, profundo y real de las cosas? Que en Jesucristo hay una única Persona divina, de dos naturalezas, divina y humana, sin confusión, sin división, sin mezcla, sin separación.
Volvamos al Catecismo que recoge la doctrina de este Concilio de Calcedonia:

"Los monofisitas afirmaban que la naturaleza humana había dejado de existir como tal en Cristo al ser asumida por su persona divina de Hijo de Dios. Enfrentado a esta herejía, el cuarto Concilio Ecuménico, en Calcedonia, confesó en el año 451:
«Siguiendo, pues, a los Santos Padres, enseñamos unánimemente que hay que confesar a un solo y mismo Hijo y Señor nuestro Jesucristo: perfecto en la divinidad, y perfecto en la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre compuesto de alma racional y cuerpo; consubstancial con el Padre según la divinidad, y consubstancial con nosotros según la humanidad, "en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado" (Hb 4, 15); nacido del Padre antes de todos los siglos según la divinidad; y por nosotros y por nuestra salvación, nacido en los últimos tiempos de la Virgen María, la Madre de Dios, según la humanidad.
Se ha de reconocer a un solo y mismo Cristo Señor, Hijo único en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación. La diferencia de naturalezas de ningún modo queda suprimida por su unión, sino que quedan a salvo las propiedades de cada una de las naturalezas y confluyen en un solo sujeto y en una sola persona» (Concilio de Calcedonia; DS, 301-302). " (CAT 467).

El influjo de san León Magno fue decisivo para llegar a comprender la verdad de la Persona del Señor.
Pero, además, de san León Magno hemos recibido algunos textos litúrgicos compuestos por él, que aún recitamos en la liturgia, y que son preciosas joyas de teología, con esmerada redacción. ¡Qué hermoso el interés y el cultivo de la liturgia que realizaban los Padres! Componían textos de tal calibre, con doctrina firme, sin efusiones sentimentales, que perduran durante siglos como veneros de agua viva. Esa es la belleza verdadera de la liturgia, nada de creatividad salvaje ni inventos particulares.

La oración colecta del día de la Natividad del Señor, con gozo, canta la Iglesia este texto compuesto por san León:

Oh Dios, que de modo admirable has creado al hombre a tu imagen y semejanza, y de un modo más admirable todavía restableciste su dignidad por Jesucristo, concédenos compartir la vida divina de aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana. Por nuestro Señor Jesucristo.

En la santa Vigilia pascual, la noche de la Pascua, orando después de cada lectura, encontramos otra perla escogida:

"Oh Dios, que con acción maravillosa creaste al hombre 
y con mayor maravilla lo redimiste; 
concédenos resistir a los atractivos del pecado,
guiados por la sabiduría del Espíritu, para llegar a las alegrías del cielo".

De él tenemos la preciosa inscripción del baptisterio de san Juan de Letrán -catedral de Roma, cuya dedicación ayer celebrábamos- y que es una preciosa lección de eclesiología, relacionando los efectos y consecuencias del Bautismo con la Iglesia, Madre, siempre Madre:



"De una semilla divina nace aquí un pueblo consagrado a los cielos,
al cual el Espíritu lo hace nacer de las aguas fecundadas.
Sumérgete, pecador,
que has de ser purificado en la corriente sagrada:
el agua, que te recibirá viejo, te sacará nuevo.


No hay diferencia entre los que nacen de nuevo,
a los que hace una sola cosa una sola fuente,
un único espíritu y una fe común.
La Iglesia madre da a luz en la fuente a los nacidos
que concibe por el Espíritu de Dios.

Si quieres estar libre de culpa, purifícate en este baño,
estés bajo el poder del pecado originario o también del tuyo propio.
Aquí está la fuente de la vida, que purifica al mundo entero,
tomando su principio de la herida de Cristo.


Renacidos de esta fuente, esperad el reino de los cielos:
la vida bienaventurada no acoge a los que nacieron sólo una vez.
Que a nadie asuste el número de sus pecados ni su gravedad:
es santo el que ha nacido de este río".

6 comentarios:

  1. Buenos días don Javier. Con la luz de Cristo de esta entrada meditaré el primer misterio de los luminosos de hoy.Un abrazo.

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  2. Permítanme que comparta con Vds. la festividad de hoy. La época en la vivió san León Magno fue agitada y trágica en la cristiandad, violentas polémicas y herejías internas y externas y las terribles invasiones de los bárbaros. En ambas situaciones la figura del Pontífice fue soberana, grandiosa y eficaz. Salvó la fe ortodoxa con su autoridad, ciencia y prestigio y salvó a Roma. Mientras acaba con sus aclamaciones el concilio de Calcedonia, por el norte de Italia avanzaban, entre incendios, matanzas y desolación, los hunos acaudillados por el feroz Atila; En Roma todo era confusión, terrores y gritos de pánico. Sólo había una esperanza: el Papa. Se puso en camino hacia el Norte, algún senador y cónsul le acompañaban, tímidos, a retaguardia. Y el Pontífice intrépido, revestido de pontifical y llevando el cruzado báculo en sus manos, se presenta en el campamento mismo de Atila (¿se lo imaginan?): le pide piedad y, más, le intima la paz. Estupefacto el bárbaro caudillo le escucha y le atiende y hasta ordena la retirada, ante el pasmo de bárbaros y romanos.
    Pero Roma no había escarmentado: seguía la corrupción, los juegos lúbricos, los espectáculos indecorosos, los desmanes de lujo y de procacidad hasta en las mismas aulas imperiales. San León se quejaba y auguraba: "Señor, le habéis herido y no quiso enterarse; le habéis triturado a tribulaciones, y no entiende la advertencia del castigo”.
    Y no se hizo esperar la nueva y más tremenda catástrofe. Ahora venía del Sur: eran los terribles vándalos que habían devastado África y desembarcado en Italia. Se repite el pánico. No le dio tiempo al Pontífice a salirle al encuentro como a Atila; pero aún pudo presentarse al invasor y rogarle que, al menos, respetara las vidas y no incendiara la ciudad. Así lo concedió aunque no se pudo evitar el saqueo.

    Los seis años que aún le quedaban de vida y pontificado los empleó el gran Papa en restaurar las ruinas y continuar su obra de disciplina, caridad y apostolado, asistiendo económicamente al África desolada. Dicen que celebraba con mayestática devoción y dejó su impronta en la Santa Misa.
    El 10 de noviembre del 461 murió santamente. Había amplificado el culto, definido la fe, exaltado el primado pontificio en la universal Iglesia, hasta reconocido en las más famosas del Oriente, salvado a Roma incólume una vez, sin sangre y llamas otra.

    Contesto encantada a su pregunta: nací en Marruecos, en la ciudad de Tetuán; fui bautizada en la parroquia de Nuestra Señora de las Victorias encomendada a los padres franciscanos y en diversas localidades de ese país viví mis primeros años, pero casi toda mi infancia y juventud transcurrió en Madrid, por motivos profesionales me trasladé a Murcia, aquí resido y aquí nacieron mis hijos.

    Qué Dios les bendiga ¡Qué san León Magno interceda por la Iglesia!

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  3. NIP:

    Supongo que ese misterio luminoso habrá sido hoy más fecundo en su meditación.

    Julia María:

    Gracias porque ha ampliado la mini-catequesis de hoy comentando el gobierno pastoral de un valiente. Yo (por deformación personal) atendí sobre todo a lo litúrgico.

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  4. Por cierto, parece que hoy os ha gustado menos o tal vez ha suscitado menos interés la entrada.

    Pero pensé que así situábamos a este santo, simplemente, por sus obras más estrictamente litúrgicas y que perduran.

    Buen descanso!!

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  5. Disculpe si me he pasado, don Javier.

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  6. Julia María:

    En absoluto; ni se ha pasado ni tiene de qué pedir disculpas.

    ¡Pero si ha enriquecido la catequesis! Eso es lo bueno de un blog y lo bueno de la formación de adultos, la mutua interacción, el compartir experiencias, opiniones, datos...

    Feliz día

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