sábado, 29 de enero de 2011

Vamos a hacer un ejercicio de vocabulario (I)

Leyendo un texto de san Eulogio de Córdoba (s. IX) me ha llamado la atención un hecho: parecía una plegaria de la liturgia mozárabe. No, no lo era. Era simplemente una oración con la que cerraba su Memorial de los Santos. Pero es una forma muy común en los Padres de la Iglesia y los mártires (ya otro día haremos otros ejercicio) que cuando rezan en voz alta o escriben, les sale un estilo que es totalmente litúrgico: ¡hasta tal punto han ido haciendo suyas las palabras, las formas, el estilo literario de la plegaria litúrgica!

Vamos al caso concreto. Concluye san Eulogio su tratado sobre el martirio de tantos santos poniendo en labios de Santa Flora y María una plegaria, dirigiéndose a Dios así:

Señor Dios omnipotente, que para quienes esperan en ti eres consuelo verdadero, para quienes te temen remedio inagotable y para quienes te aman gozo perpetuo: enciende con el fuego de tu amor nuestro corazón y con la llama de tu caridad abrasa el interior de nuestro pecho a fin de que podamos consumar el martirio emprendido; para que cobre fuerza en nosotras [refiriéndose a las mártires Flora y María] la hoguera de tu cariño y así se aparten de nostras las tentaciones de los pecados y huya lejos el perturbador hormigueo de los vicios; para que, iluminadas por el don de tu gracia, podamos despreciar todas las delicias del mundo y quererte, temerte, ansiarte y amarte continuamente con mente pura y votos sencillos.

Danos, Señor, tu auxilio en la tribulación porque vana es la salvación de los hombres.

Danos fortaleza para luchar en este combate y vuélvete a mirar desde Sión para liberarnos, a fin de que podamos seguir tus pasos y apurar con boca placentera el cáliz d ela pasión. Pues Tú, Señor, cuando en el pasado tus israelitas gemían bajo el cruel yugo de los egipcios, no sólo los liberaste con tu poderosa diestra, sino que también hundiste en medio del mar y trituraste por completo para gloria y honor de tu nombre a Faraón y su ejército.

Da a nuestra debilidad tu invencible apoyo para resistir alenemigo en este choque.

Concédenos el inexpugnable auxilio de tu diestra entre las formaciones de los demonios y de los hombres que se levantan contra nosotras.

Opón en defensa nuestra el escudo de tu divinidad y proporciónanos tu socorro para combatir por ti varonilmente hasta la muerte, a fin de que podamos pagar con el derramamiento de nuestra sangre la deuda contraída con tu pasión; para que, al igual que Tú mismo te dignaste morir por nosotros, nos hagas también perecer por ti con un digno fin en el martirio; para que escapemos de los tormentos del suplicio eterno por medio de la espada del mundo y, tras dejar el fardo de nuestra carne, merezcamos llegar a ti felices.

Que tu piadosísimo poder, Señor, asista también sin obstáculo al pueblo católico y defienda tu Iglesia del daño de su destructor; y al conjunto de todos tus sacerdotes, apoyado en la ayuda de la santidad y la castidad, ordénale llegar a la patria celestial tras el íntegro ejercicio de su santo ministerio... por Cristo nuestro Señor que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén (Documento martirial, n. 25).

Ésta es la oración que san Eulogio redacta y pone en labios de las santas mártires Flora y María. El estilo y la forma son litúrgicos, al modo de orar de la liturgia hispano-mozárabe.

Vamos a otro ejemplo. Concluye el libro segundo del Memorial de los Santos orando a Dios:

Señor Dios mío, alfa y omega, principio y fin, verdadero Enmanuel nuestro, inicio de mi vida, plenitud de mi alma, consumación de mi salvación, he aquí que yo, inflamado por tu celo, empujado por el amor a tu ssantos, movido por el cariño a mis hermanos, compadecido de la vacilación de los descreídos y sacudido por el odio a tus enemigos, pequeño en sabiduría, escaso de ingenio, pobre en inteligencia, animado por la contemplación de tu bondad y misericordia, confiado en tu bondad y fortalecido por tu clemencia, la obra  que emprendí con tu ayuda la he terminado y concluido como pude, no como debí, o mejor, según la facultad que Tú me diste. Abrí mi boca, Señor, y hablé porque Tú lo ordenaste; y en la medida que quisiste, llenaste y empujaste un corazón sumido en la iniquidad a relatar los justísimos actos de tus justos...
Tú, Señor Dios mío, conociste mi intención, penetraste mi voluntad, comprendiste mi deseo y no ignoraste la causa de escribir tales hechos. Tú le diste al pequeño un estímulo, al muy desdichado lo ayudaste en su empeño, al débil lo animaste a grandes empresas y al apocado lo hiciste valeroso. Y es que no pensé, Señor Dios mío, que yo, que era autor de grandes pecados, resultara elegido para una obra tan grande como ser finalmente escritor de las gestas de los santos.
¿Acaso si yo miento Tú no eres testigo?
Si declaro una falsedad ¿es que no la ves?
Si afirmo algo de forma distinta a como fue, ¿lo podrás ignorar?
Si no manifiesto la verdad, no se te puede ocultar a ti, que todo lo sabes.
Verdaderamente Tú lo consideras todo, lo penetras todo, comprendes lo secreto, ves lo profundo y todo misterio se te abre; y todo el pasado y el futuro, que para ti son presentes, todo junto está escrito en tu libro...

Cuanto suene desmañado, cuanto sea ajeno a ti, cuanto esté lejos de ti, todo lo que te ignore, todo lo que se te oponga, rechace tu voluntad y desconozca tu justicia, todo ello Tú, omnipotente Dios mío, límpialo, lávalo en su totalidad, purifícalo y santifícalo por completo, a fin de que esta obra sea tan agradable para mi Señor Dios como grata en extremo para tus ángeles;
que me consiga tu gracia, apure la bendición de los santos y obtenga la paz de las iglesias;
que te presente el peligro de esta época, haga ante ti recuento de las calamidades de tu pueblo, y, haciendo que te vuelvas con misericorde consideración sobre mi escondrijo, en el que dicto esto, diluya todo crimen al que según su antigua usanza me haya atraído la astucia del Tentador por cesión de mi debilidad.
Sea custodio de mi corona,
sea protector de mi vida,
sea mi promotor en los premios eternos...;
por ti, Señor nuestro, que con el Padre y el Espíritu Santo eres un solo Dios, sempiterno e inmortal por los siglos de los siglos. Amén.


¿Qué observamos en estas dos plegarias de san Eulogio? Se nota que siguen las pautas y cánones del estilo de las oraciones hispano-mozárabes.

-La forma de invocar a Dios y los apelativos que presenta son del lenguaje litúrgico: "Señor Dios omnipotente", "alfa y omega, principio y fin", "verdadero Enmanuel nuestro"...

-Antes de pedir, san Eulogio, como los textos de la liturgia, realiza un memorial de las acciones de Dios. Después de invocar, introduce una oración de relativo ("que has...") recordando las maravillas de Dios o escribe una oración principal: "Tú inspiraste..."

-Las peticiones suelen ser muchas, seguidas y con frases cortas: "Da a nuestra debilidad tu invencible apoyo para resistir al enemigo en este choque. Concédenos el inexpugnable auxilio de tu diestra... Opón en defensa nuestra el escudo de tu divinidad y proporciónanos tu socorro".

-La conclusión final es trinitaria: "por ti, Señor nuestro, que con el Padre y el Espíritu Santo eres un solo Dios, sempiterno e inmortal por los siglos de los siglos".

Vayamos a la liturgia hispano-mozárabe. Como ejemplo de plegaria con peticiones breves, concisas, aunque en gran número, el embolismo final del Pater noster nos puede ilustrar:

"Libres del mal, confirmados siempre en el bien,
podamos servirte, Dios y Señor nuestro.
Pon término, Señor, a nuestros pecados,
alegra a los afligidos,
redime a los cautivos,
sana a los enfermos
y da el descanso a los difuntos.
Concede paz y seguridad a nuestros días,
quebranta la audacia de nuestros enemigos
y escucha, oh Dios, las oraciones de tus siervos,
de todos los fieles cristianos,
en este día y en todo tiempo".

Y si por ejemplo queremos ver en la liturgia hispana oraciones con invocación, memorial y peticiones, podríamos acudir a la oración "Alia", entre los dípticos. En ellas se reza (pongamos en cursiva el memorial, en negrita la petición):

"Óyenos, Señor Dios nuestro;
echa en olvido la humana maldad,
para acordarte tan sólo de tu misericordia.
Óyenos, tú que soportas nuestros pecados,
tú que nos induces a corregirnos,
tú que permites que te invoquemos,
que esperas con paciencia que a ti volvamos convertidos,
que nos amenazas por justicia con el juicio futuro,
que nos señalas por misericordia
el modo de evadir la muerte eterna.
Ante tus ojos obtengan gracia nuestros conflictos,
perdón nuestros pecados,
remedio nuestras heridas,
benignidad nuestros suspiros,
bálsamo nuestro dolor,
comprensión nuestros lamentos,
paz nuestro tiempo,
honor nuestro servicio, premio nuestras santas aspiraciones.
Alcancen su efecto nuestras peticiones,
consuelo nuestra contrición,
nuestra consagración realice el sacramento..."

O la oración "Alia" de la Misa de Santa María (18 de diciembre) que tiene por autor a san Ildefonso:

"Señor nuestro Jesucristo:
en Ti el Verbo se hizo carne
al ser concebido en el seno de la Virgen
por efecto del poder invisible del Altísimo;
y luego naciste sin tener que abrir 
la puerta intangible del cuerpo materno.
Acepta benigno los dones
que te ofrecemos en esta solemnidad,
a la vez que penetras en nuestro corazón,
abierto a Ti de par en par,
preparado para recibirte.
Purifica nuestra mente;
adórnala como a Ti te agrada;
y una vez realizada en ella la obra de tu gracia,
guárdala, y habita en ella para siempre".

¿Y la conclusión de las plegarias? San Eulogio está tan imbuido del lenguaje litúrgico, ha orado tantas veces con la liturgia interiorizándola, meditándola sapiencialmente, que cuando él concluye su propia oración, le brota las conclusiones mozárabes de la liturgia, dirigidas a Dios, o las explícitamente trinitarias, (sabiendo que son variables en muchos formularios, y no fijas):

"Por tu misericordia, Dios nuestro, digno de toda alabanza,
que vives, y sobre todo reinas por los siglos de los siglos" (Ad gloriam).

"Tú, que en la Trinidad santísima,
con el Padre y el Espíritu Santo reinas, Señor Dios nuestro" (Alia, 18 de diciembre).

"Porque Tú eres nuestra paz verdadera,
caridad indivisible;
Tú que vives contigo mismo
y reinas con tu Hijo y el Espíritu Santo,
un solo Dios, por los siglos de los siglos" (Ad Pacem).

"Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por todos los siglos de los siglos" (Embolismo Pater noster).

"Con el amparo de tu sumo poder, Dios Padre,
que con el Hijo y el Espíritu Santo, un solo Dios,
vives en gloria por todos los siglos de los siglos" (Completuria).

¿A dónde queremos llegar? ¿Qué conclusiones se deducen? ¿Qué queremos decir?

En un siguiente artículo lo veremos. Quedémonos ahora con la estrechísima semejanza de las plegarias de la obra de San Eulogio con los textos litúrgicos hispano-mozárabes.

7 comentarios:

  1. "San Eulogio, como los textos de la liturgia, realiza un memorial de las acciones de Dios":

    Dios siempre aparece para acontecer en la vida de los hombres y provoca una respuesta, un camino, un sentido para la historia. Dichoso aquel que sabe descubrirle y amarle hasta el final, como las santas mártires Flora y María.

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  2. Purifica nuestra mente;
    adórnala como a Ti te agrada;
    y una vez realizada en ella la obra de tu gracia,
    guárdala, y habita en ella para siempre".


    Preciosas oraciones las de san Eulogio y las hispano-mozárabes.

    Ahora que, afortunadamente tanto pululan los grupos de oración, me parece que, qué mejor reunión de oración que una misa bien celebrada por este rito.

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  3. Quizás sea uno de los objetivos de este blog, despertar el interés por la liturgia hispano-mozárabe y en mi caso creo que lo está consiguiendo.
    Pero ¿para qué si en mi ciudad no se celebra nunca, que yo sepa?

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  4. Óyenos, tú que soportas nuestros pecados,
    tú que nos induces a corregirnos,
    tú que permites que te invoquemos,
    que esperas con paciencia que a ti volvamos convertidos,
    que nos amenazas por justicia con el juicio futuro,
    que nos señalas por misericordia
    el modo de evadir la muerte eterna.

    Maravillosa como todas.

    Me impulsa hacia el mismo cielo.

    Gracias por todo. Que el Señor le bendiga y feliz fin de semana en el Señor.

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  5. D. Javier, hoy sábado, Rosario bloguero.

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  6. La mejor oración, sin duda, es el sacrificio eucarístico, con sus textos orantes. Pero también estos textos litúrgicos deben empapar la oración personal y ser empleados en las catequesis para introducir al Misterio.

    Participar en la Santa Misa según el rito hispano-mozárabe es una experiencia muy orante y contemplativa, pero en la práctica realmente excepcional, extraordinaria.

    Al menos, en este blog -como en otros blogs amigos- intentamos traer sus textos, su espiritualidad, para disfrutar de un tesoro que fue abruptamente arrinconado y que hoy la Iglesia ofrece de nuevo.

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  7. Don Javier, si en alguna ciudad se mostrara algún monasterio interesado en ese rito, para hacerlo aunque sólo fuera una vez al mes, ¿sería muy complicado obtener la autorización?
    En la mía hay bastantes monasterios y no me parece muy difícil que alguno mostrara su interés.

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