sábado, 22 de enero de 2011

Liturgia de la Palabra: Diálogo y revelación

        La Iglesia, en la acción litúrgica, responde fielmente el mismo "Amén" que Cristo, mediador entre Dios y los hombres, con la efusión de su sangre, pronunció de una vez para siempre, para sancionar en el Espíritu Santo, por voluntad divina, la Nueva Alianza. Cuando Dios comunica su palabra, espera siempre una respuesta, respuesta que es audición y adoración "en Espíritu y verdad". El Espíritu Santo, en efecto, es quien da eficacia a esta respuesta, para que se traduzca en la vida lo que se escucha en la acción litúrgica, según aquella frase de la Escritura: "Llevad a la práctica la palabra y no os limitéis a escucharla" (OLM 6).

    Una de las estructuras dinámicas más profundas de la liturgia consiste en ser diálogo entre Dios y su pueblo, donde Dios se da en la Palabra y en el sacramento y la Iglesia le responde con la acogida gozosa a su Palabra eficaz y la comunión sacramental con el Cuerpo de Cristo.

    Este "diálogo" parte de la iniciativa libre y gratuita de Dios que quiere comunicarse, revelarse, darse a sí mismo; la Iglesia, oyente de la Palabra, orante en su ser más íntimo, recibe esta Palabra de Dios y se deja transformar por la acción del Espíritu Santo, respondiendo a Dios, dándole un "Sí", un "Amén" gozoso, un "Hágase en mí según tu Palabra". Pensemos que en rito hispano-mozárabe, al final de cada lectura, se canta el "Amén"; en el rito romano, a la aclamación "¡Palabra de Dios!", respondemos: "¡Te alabamos, Señor!"

Dirá la Constitución dogmática Dei Verbum:
Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación (DV 2).
La liturgia, en cierto modo, prolonga o se hace eco de la Revelación, del diálogo amistoso de Dios con sus hijos.

1 comentario:

  1. ...Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía...

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