sábado, 9 de octubre de 2010

La gracia (textos isidorianos)



Con claro sabor agustiniano, san Isidoro presenta su exposición sobre la Gracia de Dios. Bebamos de la espiritualidad hispana, de nuestra tradición hispano-visigótica.

"1. Algunas veces Dios nos retira sus dones cuando pecamos a fin de que nuestro espíritu se alce con la esperanza del favor divino. Pues no puede desechar a uno que se ha arrepentido; a quien, mientras peca, le incita con sus beneficios a que retorne a él.

2. La nobleza del hombre no depende del poder humano. Pues, si no fuese Dios quien realiza en nosotros el esplendor de la buena obra, ¿por qué se afirma por boca del profeta: “Su obra es esplendor y magnificencia”? (Sal 110,3). Por él, en efecto, en virtud de su gracia preveniente, se nos concede a nosotros toda suerte de bienes, ya que no hemos practicado obra buena alguna por la que merezcamos recibir el brillo de la fe.


3. El progreso del hombre es un don de Dios. Y nadie puede mejorarse por sí mismo, sino con la ayuda de Dios. Pues tampoco posee el hombre bien alguno propio, ni está en su poder enderezar sus pasos, según atestigua el profeta: “Bien sé, Señor, que no está en la mano del hombre trazarse su camino; que no es dueño el hombre de caminar ni de dirigir sus pasos” (Jer 10,23).


4. Deben saber los defensores del libro albedrío que no podrán aventajarse en el bien con su propio valer de no ser sostenidos con la ayuda de la gracia divina. De ahí que el Señor diga por el profeta: “Tu ruina, Israel, procede de ti; solo en mí hallarás la ayuda” (Os 13,9). Como si dijera: si pereces, es por tu culpa; si te salvas, es por mi ayuda.



5. La gracia celeste no halla mérito en el hombre para venir a él, pero lo causa después que ha llegado; y así, al comunicarse a un alma indigna, produce en ella el mérito que ha de remunerar [Dios], quien antes solo había encontrado materia de castigo. Porque ¿qué méritos tuvo aquel ladrón que de las fauces del diablo subió a la cruz, y de la cruz entró en el paraíso? Él, ciertamente, era un reo y llegó manchado con la sangre del hermano; mas, por efecto de la gracia divina, se arrepintió en la cruz. Hemos de saber, pues, que en las obras hechas con rectitud, por un lado, influye nuestra justicia y, por otro, la gracia de Dios, supuesto que la merezcamos, ya que esta corresponde a Dios, que la otorga, y al hombre, que la recibe. Como decimos también pan nuestro al que, no obstante, esperamos recibir de Dios.


6. No a todos se reparte la gracia espiritual, sino sólo a los escogidos se concede. Porque la fe no es patrimonio de todos, y, aunque la reciban muchísimos, sin embargo, no consiguen éstos el fruto de la fe.


7. En la distribución de los dones, cada uno recibe gracias diversas de Dios; sin embargo, no se le conceden todas a uno solo, a fin de que sirva de estímulo de humildad lo que uno admira en el otro. En efecto, con la visión de Ezequiel (cf. 1,5-9), donde las alas de los seres vivientes baten unas a las otras, se indican las virtudes de los santos, que mutuamente rivalizan en el afecto y que a la vez se instruyen con ejemplos recíprocos".

(San Isidoro, Sentencias II, c. 5, 1-7)

1 comentario:

  1. Hermoso lo expuesto, inspirador de meditación constante.
    Le agradezco, Padre Javier, la forma en la cual se hizo este blog, y donde cada cosa está: en su sítio correcto. Muy rico en detalles, información, pero sobre todo, en el Amor de Cristo. ¡¡¡GRACIAS!!!
    Nancy.

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