jueves, 23 de septiembre de 2010

La santidad para jóvenes estudiantes y universitarios

El lenguaje directo de Benedicto XVI es provocador: suscita una respuesta.

La llamada a la santidad es presentada para provocar una respuesta, la adhesión cordial a Cristo en su Iglesia, lanzándose a su amor, a la santidad, a lo más noble y verdadero y bello que es lo que busca el corazón humano.

¿Para qué dejarlo para mañana? La santidad es para hoy. También los jóvenes, quienes están en escuelas, institutos o Universidad: su vocación última es la santidad aunque no estén arropados por un ambiente cristiano, sino por un ambiente secularizado que desafía y reta constantemente. Pero la santidad se puede realizar en esos ámbitos académicos.

Aquí está el desafío. Y pienso en los universitarios católicos que conozco; espero que no se despisten sino que sean interpelados por este discurso.

"Y como tengo esta oportunidad, hay algo que deseo enormemente deciros. Espero que, entre quienes me escucháis hoy, esté alguno de los futuros santos del siglo XXI. Lo que Dios desea más de cada uno de vosotros es que seáis santos. Él os ama mucho más de lo jamás podríais imaginar y quiere lo mejor para vosotros. Y, sin duda, lo mejor para vosotros es que crezcáis en santidad.

Quizás alguno de vosotros nunca antes pensó esto. Quizás, alguno opina que la santidad no es para él. Dejad que me explique. Cuando somos jóvenes, solemos pensar en personas a las que respetamos, admiramos y como las que nos gustaría ser. Puede que sea alguien que encontramos en nuestra vida diaria y a quien tenemos una gran estima. O puede que sea alguien famoso. Vivimos en una cultura de la fama, y a menudo se alienta a los jóvenes a modelarse según las figuras del mundo del deporte o del entretenimiento. Os pregunto: ¿Cuáles son las cualidades que veis en otros y que más os gustarían para vosotros? ¿Qué tipo de persona os gustaría ser de verdad?

Cuando os invito a ser santos, os pido que no os conforméis con ser de segunda fila. Os pido que no persigáis una meta limitada y que ignoréis las demás. Tener dinero posibilita ser generoso y hacer el bien en el mundo, pero, por sí mismo, no es suficiente para haceros felices. Estar altamente cualificado en determinada actividad o profesión es bueno, pero esto no os llenará de satisfacción a menos que aspiremos a algo más grande aún. Llegar a la fama, no nos hace felices. La felicidad es algo que todos quieren, pero una de las mayores tragedias de este mundo es que muchísima gente jamás la encuentra, porque la busca en los lugares equivocados. La clave para esto es muy sencilla: la verdadera felicidad se encuentra en Dios. Necesitamos tener el valor de poner nuestras esperanzas más profundas solamente en Dios, no en el dinero, la carrera, el éxito mundano o en nuestras relaciones personales, sino en Dios. Sólo él puede satisfacer las necesidades más profundas de nuestro corazón.

Dios no solamente nos ama con una profundidad e intensidad que difícilmente podremos llegar a comprender, sino que, además, nos invita a responder a su amor. Todos sabéis lo que sucede cuando encontráis a alguien interesante y atractivo, y queréis ser amigo suyo. Siempre esperáis resultar interesantes y atractivos, y que deseen ser vuestros amigos. Dios quiere vuestra amistad. Y cuando comenzáis a ser amigos de Dios, todo en la vida empieza a cambiar. A medida que lo vais conociendo mejor, percibís el deseo de reflejar algo de su infinita bondad en vuestra propia vida. Os atrae la práctica de las virtudes. Comenzáis a ver la avaricia y el egoísmo y tantos otros pecados como lo que realmente son, tendencias destructivas y peligrosas que causan profundo sufrimiento y un gran daño, y deseáis evitar caer en esas trampas. Empezáis a sentir compasión por la gente con dificultades y ansiáis hacer algo por ayudarles. Queréis prestar ayuda a los pobres y hambrientos, consolar a los tristes, deseáis ser amables y generosos. Cuando todo esto comience a sucederos, estáis en camino hacia la santidad" (Benedicto XVI, Saludo a los alumnos, Colegio Universitario Santa María de Twickenham (London Borough of Richmond), 17-septiembre-2010).

5 comentarios:

  1. don javier le pido un cosejo,tengo una hija alejado por completo de la iglesia incluso alguna vez dice que no tiene fe,pocas veces puedo hablar con ella de estos temas y yo solo intento darle ejemplo con todos mis defectos que son munchos, le pediria que rezara por ella,.¿que debo hacer? gracias.una alumna

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  2. Diría algunas cosas, pero soluciones tal cuales, no las encuentro.

    1) Orar por ella, orar hasta con lágrimas.

    2) Confiar en la acción de la Gracia: Dios toca y llama a las personas en momentos muy distintos, con circunstancias imprevistas. Hay que aguardar el paso de la Gracia.

    3) El testimonio bello de una vida cristiana. Cuando una persona es feliz con Cristo lo transparenta en todas las cosas, se le ve una felicidad muy distinta y superior a la del mundo. El testimonio hermoso de una vida así puede ser determinante: cómo afronta la vida, una enfermedad, una situación inesperada, un problema de alguien; cómo ve la fortaleza, la justicia, la moderación... o cómo ve gestos de perdón siempre, de discreción... Aunque no lo reconozca, la hermosura de la vida cristiana interroga a quien la ve desde fuera.

    Y no sé si los lectores podrán y querrán aportar más.

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  3. ¿Qué se puede decir a una madre que ama a su hija y la ve caminar lejos de Cristo? Poco más que tenga esperanza. Esperanza que es siempre una espera... pero no una espera corriente. Es una espera con un sentido. No esperamos en a una causalidad o a la suerte... esperamos la voluntad de Dios.

    Los cristianos tenemos la esperanza como principal bastón. Sin ella nos hundiríamos en el mundo y en la desesperación.

    Tal como le indica D. Javier, la oración es esencial. Solo Dios sabe cuántas oportunidades le irá dando a su hija para que vuelva a El... pero que le dará suficientes, es seguro.

    ¿Qué, cómo, cuándo y dónde?,... solo Dios lo sabe. Pero no pierda la esperanza. Créame, su espera tiene sentido.

    Un abrazo afectuoso Sra. :)

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  4. D. Javier... con los universitarios y jóvenes en general, no topamos con muchos problemas, entre los que figura la propia semántica.

    ¿Qué es ser santo para ellos? Seguro que si le nombramos la palabra, no piensan en alguien lleno de felicidad, completo y capaz de mover el mundo. Y mire que hay ejemplos de ello.

    La santidad es para ellos aburrimiento sin sentido. Seguro que. al oir la palabra, lo primero que visualizan es una estatua de mármol en un altar de iglesia.

    Entrar en el mundo de estos jóvenes es complicado y requiere un primer paso por su parte... Lo que si es evidente, es que cuando uno de ellos da el paso, habría que atenderlo sin dejar pasar un instante. Para propiciar ese primer paso están los cursos Alfa de su vecino de blog en Religión en Libertad: José Alberto Barrera e iniciativas como la recién estrenada de "Anuncio". Asi que... a Dios rogando y con el mazo dando.. :-)))

    Que Dios le bendiga :)

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  5. Sin negar sus afirmaciones, Miserere, sí añadiría que hablar de santidad sería hablar de plenitud y felicidad humana: un lenguaje que apele a su experiencia, a los deseos más nobles. A partir de ahí, el anuncio y la evangelización de Cristo.

    Pero a muchos jóvenes, que ya son miembros de la Iglesia, hay que hablarles así, claro, como el Papa, sobre su llamada a la santidad y no simplemente catequesis psicologistas con muchas dinámicas de grupo centradas en la afectividad, el ecologismo, la solidaridad y todo ese lenguaje tan cansino.

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