lunes, 30 de agosto de 2010

“Los salmos, modelo y prueba de cómo quiere ser tratado Jesús”


"Los salmos son, a la vez que la más bella fórmula de la “alabanza” a Dios, una “enseñanza” preciosa. David cantando a su Dios, enseña a su pueblo, a agradecerle, a desagraviarlo y a pedirle.

Nada más efusivo, íntimo y personal como la alabanza de los salmos. No es la alabanza del metro, ni del compás, ni del cálculo frío, ni del silogismo rígido. Es, según san Juan Crisóstomo, la satisfacción de una necesidad de nuestra naturaleza. Es la explosión de un corazón que arde y que no puede contenerse. Que alaba a su Dios cantando, ¡ya lo dijo san Agustín: “El que canta ama!” Y canta recreándose en las maravillas y bellezas de Él, de su poder, de su sabiduría, de su bondad, de su misericordia. Y en su exaltación le da forma humana y se deleita en la contemplación de sus ojos, de sus miradas compasivas y conquistadoras, de sus oídos siempre propicios y abiertos, de su boca de miel y de luz, de las trenzas de sus cabellos, de sus manos y de las maravillas de sus obras, y de las huellas de sus pies, de su paso por la creación de los mundos. Y vuelve sus ojos a sí mismo y sigue cantando la gratitud, la confianza, la contrición, el celo, la adoración, el temor, la alegría, los triunfos y las derrotas. Y tanto lo que canta de Dios como lo que canta de sí, ¡con qué variedad de formas, grados, matices, y con qué intensidad y espontaneidad de afectos!

Los gritos, anhelos y afectos de los corazones de los hombres, desde los más grandes y sublimados hasta los más oprimidos y miserables, tienen en los salmos de David su fórmula y su expresión.

¡Qué gran modelo, repito, de trato íntimo, afectuoso y personal con Dios, son los salmos!

Y sube de punto el valor de esta afirmación y de aquel modelo, si se tiene en cuenta el carácter cristológico de los salmos".

Beato D. Manuel González, Así ama Él, en O.C., Vol. I, n. 304.

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