lunes, 4 de enero de 2010

Revelación: lo que predica, cómo lo predica...

Jesucristo, hija mía, no vino a nosotros para contarnos frivolidades.
Ya comprendes que no hizo el viaje a la tierra,
Un gran viaje, entre nosotros,
(Y estaba tan bien donde estaba).
(Antes de venir.
No tenía todas nuestras preocupaciones).
Él no bajó a la tierra
Para contarnos chistes
Ni gracias.
No hay tiempo para divertirse.
No puso, no empleó, no derrochó
Los treinta y tres años de su vida terrestre,
De su vida carnal,
Los treinta años de su vida privada,
Los tres años de su vida pública,
Los tres días de su pasión y de su muerte,
(Y en el limbo los tres días de su sepulcro),
No puso, no empleó, no derrochó todo eso,
Sus treinta años de trabajo y sus tres años de predicación y sus tres días de pasión y muerte,
Sus treinta y tres años de oración,
Su encarnación, que es propiamente su encarnamiento,
Su hacerse carne y carnal, su hacerse hombre y su muerte en cruz y su sepultura,
Su encarnamiento y su suplicio,
Su vida de hombre y su vida de obrero y su vida de sacerdote y su vida de santo y su vida de mártir,
Su vida de fiel,
Su vida de Jesús,
Para venir luego (al mismo tiempo) a meternos chismes.
No puso, no empleó, no derrochó todo eso.
No hizo todo ese derroche
Considerable
Para venir a darnos, para darnos luego
Adivinanzas
Que adivinar
Como un mago.
Haciéndose el vivo.
No, no, hija mía, y Jesús tampoco nos ha dado unas palabras muertas
Que tengamos que guardar en pequeñas cajas
(O en grandes),
Y que tengamos que conservar en aceite rancio
Como momias de Egipto.
Jesucristo, hija mía, no nos entregó palabras en conserva
Para guardar,
Sino que nos entregó palabras vivas
Para alimentar.

(Péguy, El pórtico de la segunda virtud).

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