miércoles, 12 de agosto de 2009

La Palabra en la liturgia


La Palabra de Dios hoy es un punto de profundización en la vida de la Iglesia. Mucho se ha avanzado, tanto en las traducciones como en el amor a la Palabra de Dios en la Iglesia. Hoy la Palabra se hace accesible de nuevo para comulgar con ella: ¡Pan de la Palabra! Por doquier se ha difundido el Evangelio de cada año, y muchos cristianos, sacerdotes, religiosos, contemplativos, toman contacto con el Señor por medio del Evangelio de cada día, además de la difusión de la Liturgia de las Horas, también entre los seglares, el ejercicio de la lectio divina, etc.; todo esto hace que oremos con las palabras mismas del Señor, cantando los salmos, escuchando las lecturas, la Palabra proclamada en la Eucaristía...

Pero en este avance, hay un déficit: se proclama la Palabra en la liturgia y se ora con ella, pero la descontextualizamos, sin saber porqué este texto se proclama aquí y no en otro sitio, por qué en este ciclo litúrgico y no en aquél, y cómo se reparten los libros bíblicos en el leccionario. Este desconocimiento hace que la Palabra pierda fuerza y continuidad para la contemplación personal y comunitaria, aunque la clave y la solución sería estudiar la Ordenación general del Leccionario de la Misa.

La profundización en la Palabra de Dios llevará a una valoración y mayor relieve de la Palabra en la liturgia. En primer lugar no sustituyendo jamás la Palabra de Dios por ningún otro texto, sea cual sea, o no cantar el salmo responsorial entonando en su lugar cualquier cancioncilla. La profundización en la Palabra induce y anima a cantar los salmos con amor, descubriendo el valor de la oración con la Palabra cantada. Este amor a la Palabra revisará y cuidará el lugar de la Palabra, el ambón –según las normas litúrgicas, amplio, elevado, bello, en conformidad con el estilo artístico de la Mesa de altar-, digno y revestido de paños con los colores litúrgicos, reservado sólo para la proclamación de la Palabra y excluyendo otros usos (moniciones, avisos, dirigir devociones). La profundización en la Palabra, por último, hará que ésta sea audible, bien proclamada, en enunciación y tono, en pronunciación y musicalidad, preparándose los lectores las lecturas para hacerlas oración y proclamarlas con unción.

Cualquiera no puede ser lector en la asamblea litúrgica, sino los más cualificados para la lectura en público pues el lector en la celebración litúrgica es el último eslabón de la revelación, el momento en el que Dios va a hablar a su pueblo en el “hoy” de la Iglesia. Recordemos, pues, lo que Juan Pablo II señaló:

“Hace falta una pastoral litúrgica marcada por una plena fidelidad a los nuevos ordines. A través de ellos se ha venido realizando el renovado interés por la palabra de Dios según la orientación del Concilio, que pidió una «lectura de la sagrada Escritura más abundante, más variada y más apropiada» (n. 35)” (Spiritus et Sponsa, 8).

La Palabra es la comunicación hoy del Corazón de Cristo a su Iglesia; sigue haciéndonos beber de sus Misterios, llevándonos por el Espíritu Santo a la comprensión de la Verdad.

2 comentarios:

  1. Como animador bíblico (aunque a veces me otorgan la categoría de biblista soy consciente que me queda grande) no puedo más que estar totalmente de acuerdo y, por tanto, agradecerle enormemente este post.
    Como pequeña aportación:

    -Hay que redescubrir los comentarios bíblicos de los Padres de la Iglesia. Recomiendo las colecciones:
    a)Biblioteca de Patrística
    b)Y, especialmente, la colección La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia.
    (ambas de la editorial Ciudad Nueva)

    -Para no descontextualizar, merece la pena saber escoger buenos comentarios a las lecturas de cada domingo. Recomiendo:
    a)los cuadernos Magnificat con los comentarios del sacerdote de Barcelona Mn.David Amado (y recopilados en su libro "Palabra de Dios para los domingos y fiestas" en la colección Libros Magnificat de la editorial San Pablo.
    b)Los cuadernos Misa de cada día, con los comentarios del laico y biblista Javier Velasco
    c)El libro "Los rostros de la Biblia" de Mons. Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, publicado en San Pablo.
    (y se me ocurren más que dejo para otra ocasión)

    Y, por supuesto, leer, si se puede cada día, la Palabra de Dios que va dirigida a mí y, desde su lectura, hacer de ella oración (Lectio Divina).
    Saludos fraternales a todos.
    Quique Fernández (Barcelona)

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  2. Quique: Gracias por su aportación.

    El apostolado bíblico es reproducir la imagen de Juan el Bautista: ser voz para que resuene Él que es la Palabra.

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